domingo, 17 de marzo de 2019

ROMANCE DE "EL ENAMORADO Y LA MUERTE"

Romance del enamorado y la muerte




Se trata de un romance novelesco, pues cuenta una historia, aunque su fuerte tono lírico lo ha convertido en uno de los poemas más famosos de la literatura española.
Llamamos “romance” a un tipo de poema que se cantaba y transmitía oralmente en el siglo XV en España, ya en el último siglo de la Edad Media. Está compuesto en versos octosílabos y su rima es asonante en los versos pares.
Los artistas llamados juglares realizaban con ellos verdaderos espectáculos para el pueblo, que se acercaba a las plazas a escucharlos con deleite y luego aprendía los poemas y los cantaba mientras trabajaba.
Este poema tiene un fuerte componente sobrenatural, con la personificación de la muerte, no ya como una horrenda calavera sino como una mujer misteriosa que irrumpe en la alcoba de un joven enamorado que “sueña” con la amada.
La fantasía en los romances era algo frecuente y esperado por el público. Sin duda la proliferación de imágenes de la muerte en el arte medieval tiene que ver con el pánico que quedó en las sociedades europeas luego de la terrible “peste negra” que arrasó con tantas vidas humanas. Pero la belleza y originalidad de este poema surge de descartar el tópico de la representación de la muerte como Parca, y sustituirla por un personaje inquietante que en principio es confundido por el enamorado con la deseada amada.
Se trata de un romance que se mueve en un territorio onírico (de deseo, de sueño, de pesadilla). La historia es fuertemente ambigua, pues el personaje del enamorado (el yo lírico) nos habla desde un presente en el que se recuerda lo sucedido o lo soñado “anoche”.

Yo me estaba reposando,
Anoche, como solía,
Soñaba con mis amores
Que en mis brazos se dormían.
Vi entrar señora tan blanca
Muy más que la nieve fría.

Desde el momento en que escuchamos la voz del personaje da la impresión de que aún vive.
Desde un punto absolutamente racional todo lo que se cuenta parece ser una pesadilla.
Pero la poesía tiene el don de evocar en quien escucha sentimientos contradictorios. La impresión que da el verbo “Vi” es de que efectivamente hubo un cambio perceptivo, que el personaje ya no sueña sino que vive esa realidad misteriosa.


Presentación de la historia

En primer lugar se presenta al enamorado, alguien sin duda joven que anhela completar un amor que probablemente sea prohibido, aunque sí correspondido.
La ambigüedad surge de la propia palabra “soñar”, que en español se refiere a las imágenes que surgen espontáneamente mientras dormimos pero también es sinónimo de fantasear, imaginar despierto.
El enamorado sueña o desea tener a su amada (la niña de “sus amores”) entre sus brazos dormida, anhela tener una noche de amor con esa doncella que, como luego veremos, está celosamente vigilada por sus padres.
Cuando parece que el personaje ya ha despertado, irrumpe en la historia esa presencia blanca y helada que el personaje solo puede identificar con la amada. ¿Será por su belleza? ¿La blancura y pureza de la amada parece repetirse en esa mujer misteriosa en su habitación? ¿O acaso quiere que su deseo de dormir con ella se haga posible?
Hay un obstáculo, un símbolo que se va a repetir en el poema: las puertas cerradas. Algo separa al enamorado de su deseo. Pero esta noche tan especial, las puertas, ventanas y celosías no son un obstáculo para alguien que se define así:
No soy el amor, amante
La muerte que Dios te envía.


Complicación

A la grafopeya de la muerte blanca y helada (a través de la hipérbole y comparación “muy más que la nieve fría”) le sigue esa voz tremenda que le aclara al confundido enamorado que no se trata del amor, sino que ella llega como enviada de Dios a cumplir una sentencia inexorable.
Sin embargo, se entabla un diálogo entre ambos donde él suplica con vehemencia una prórroga a su condena a muerte. Aparentemente, la muerte consiente, pero tal vez con crueldad le niega el día que el enamorado le pide, y solo le da una hora.
A partir de entonces el ritmo del poema se acelera, surge la voz de un narrador en tercera persona que cuenta las apresuradas acciones del enamorado a través de verbos.
Se abandona el espacio íntimo de la habitación del protagonista y éste parece correr por las calles para llegar a tiempo de ver por última vez a su amada. La velocidad se da también por la anáfora “muy de prisa” con que comienzan dos versos.
La ansiedad del enamorado se manifiesta en el paralelismo: “Ábreme la puerta, blanca/ ábreme la puerta, niña.”
Entonces surge un personaje que hasta entonces solo era una silueta. Pero ahora es la verdadera coprotagonista, la muchacha que es llamada tiernamente por el enamorado no por su nombre sino por palabras dulces y amorosas: “niña”, “blanca”, “mi vida”.
La voz de la hermosa doncella que anhela al hombre que los padres no le permiten amar se escucha a través de (otra)  puerta cerrada. Pero aunque esta puerta pertenece a la casa señorial de sus padres, la muchacha encerrada sabe transgredir las prohibiciones sociales: esta vez sin embargo entiende que el momento no es el adecuado, pues su padre (seguramente un noble) no ha ido esa noche al palacio, y su madre está despierta, alerta.
La bella de una familia de la aristocracia estaba predestinada a casarse con un cónyuge elegido por los padres para promover la riqueza y la ascensión social de la familia.
Pero el ser humano busca la libertad. Esta muchacha probablemente ha abierto la puerta a su amado cuando su padre está en el palacio y la madre está dormida. Él conoce por dentro la casa de su amada, conoce el espacio donde ella pasaba sus horas encerrada, bordando, con tan solo una ventana para conectarse con el mundo exterior.
Pero el enamorado le habla con total sinceridad: está a punto de morir. Sin embargo, en las palabras del personaje hay una paradoja. Él cree que morir en brazos de su amada es una forma extrema de vida, de felicidad.


Desenlace

Cuando la amada comprende instantáneamente el riesgo que corre su amado, es capaz de sacrificar muchas cosas. Por ejemplo, que la descubran en sus amores prohibidos. Es capaz de idear un plan: cree que si le lanza un cordón de seda desde su ventana él podrá ascender y llegar a sus brazos. Pero sabe que quizás el cordón no es suficiente: entonces es capaz de ofrecer sus trenzas como cuerdas.
Un fuerte componente simbólico se oye en sus palabras: la riqueza de la seda, la fragilidad del hilo que representa la vida que puede partirse en cualquier momento, el ofrecimiento del pelo como don sagrado lleno de energía y fuerza para alcanzar el objeto deseado, reunirse con el amado antes de que este muera, abrazarse por última vez…
Pero el narrador con su estilo neutro cuenta hechos desnudos: “la fina seda se rompe/la muerte que allí venía”.
En un final abierto y lleno de sugerencias, la voz de la muerte culmina el poema queriendo arrebatar al enamorado de este mundo, terminante y rigurosa, y convence a quien escucha de que, efectivamente, el enamorado en su acción desesperada de treparse a la ventana encuentra su propia muerte. La cuerda era demasiado fina.
¿Quién es el responsable de esta muerte? ¿Realmente la muerte consigue su objetivo, y se trata de un obvio final trunco? ¿El enamorado se rompe su cabeza llena de sueños? ¿O fue la imprudencia e ignorancia de la amada echándole tan solo un cordón de seda para que soporte su cuerpo la verdadera causante de la muerte del enamorado?
Todo es posible y esto es parte de la belleza del poema, pero si se recuerda la palabra “anoche” del inicio del poema, se sugiere que tal vez todo se trate de un sueño, de una terrible pesadilla.





ALGUNOS RECURSOS LITERARIOS



ANTITESIS: dos elementos opuestos que aparecen asociados
la MUERTE me está buscando
junto a ti VIDA SERÍA

COMPARACION-  Recurso literario que asocia por semejanza un elemento real y otro imaginario mediante un nexo.
porque en mortuorios y cofradías (el clérigo) comía COMO LOBO.

PERSONIFICACION- Dar características humanas a un elemento, objeto o a un animal.
vi entrar SEÑORA MUY BLANCA

DESCRIPCIÓN- Mostrar las características de un personaje, un paisaje o un objeto a través de palabras.

ENUMERACION- Serie de elementos que tienen algo en común y que el narrador utiliza uno a continuación de otro.

METAFORA: Imagen que sustituye un elemento real, porque ambos guardan un parecido entre sí.
salí del TRUENO y caí en el RELÁMPAGO

YO LÍRICO: voz que habla en el poema.

PARALELISMO: Dos versos tienen la misma estructura y transmiten la misma idea uno a continuación del otro.
 muy de prisa se calzaba
más de prisa se vistiera

RIMA: Coincidencia de sonidos a partir de la última vocal acentuada al final de dos versos diferentes.

MÉTRICA: Número predeterminado de sílabas que tienen todos o algunos versos de un poema.
so/ñi/to/del/al/ma/mí/a (octosílabo)

ANÁFORA: Repetición de la misma palabra a comienzo de distintos versos.
¡ÁBREME la puerta, blanca,
¡!ÁBREME la puerta, niña!

VOCATIVO: Invocación o llamado que se hace a comienzos de un verbo a alguien que escuchará el poema.
¡Ay MUERTE, tan rigurosa

ROMANCE DE "EL CAUTIVO DEL RENEGADO"



Tema y clasificación

Es un romance, es decir, un poema medieval español, cantado primero por juglares y luego transmitido oralmente de generación en generación. Como todos los textos de transmisión oral han quedado de él diferentes versiones.
La que utilizamos aquí es la que, por medio de un final trunco, termina con la voz del ama exhortando al cautivo que regrese a su tierra. Pero sabemos que hay muchas otras versiones en donde el romance continúa con una historia de amor y aventuras.
Por su temática, se ubica dentro de los romances fronterizos: el cautivo y el renegado son personajes que simbolizan el conflicto religioso y étnico que se vivió cuando moros y cristianos se disputaron la Península Ibérica.
La voz que habla en el poema es la del cautivo, de quien no sabemos su nombre, pero sí su origen: lo primero que dice de él es a dónde pertenece. Se trata evidentemente de un cristiano del sur de España, capturado por los árabes en la Guerra de la Reconquista.
El cautivo no es solo el personaje principal, a quien suceden los hechos fundamentales de la historia, sino que es el yo lírico que expresa sentimientos y deseos, y también es la voz narradora que cuenta su propia historia en primera persona.



Presentación


Los romances son muy sintéticos y sugieren más de lo que dicen, por eso se deduce de las palabras del cautivo el lugar en el que nació, el sur de España. Menciona Ronda y Antequera, que son dos ciudades muy bellas cercanas a Málaga. 
Se deduce que probablemente el personaje es joven, porque en su memoria afectiva aparecen en primer término sus padres, a quienes seguramente extraña.
La presentación del personaje pronto sufre un problema: su vida cambia de triste manera cuando es cautivado y llevado a vender como esclavo lejos de su tierra, en la costa de Marruecos, en un islote donde se ubica el almoneda o mercado donde lo van a rematar como si fuera un objeto.
Los topónimos, nombres de lugares, señalan al oyente del romance la tragedia de la guerra y el desarraigo del personaje.
La estadía en el mercado muestra el sufrimiento del Yo Lírico a través de los versos “siete días con sus noches, anduve en el almoneda”. Es una característica de los romances usar el mítico número 7 y también el uso de antítesis –oposición de imágenes o conceptos- en este caso el contraste entre noche y día.
Da la impresión que en el mundo moro en el cual ahora está inserto nadie se interesa por el joven cristiano. Quizás sea aún un adolescente sin fuerzas, o quizás es un joven de clase alta que por sus manos se ve que nunca ha hecho un trabajo duro.


Complicación




Otros personajes de importancia surgen entonces en la narración: en primer lugar, el renegado, que resulta ser el antagonista u oponente de la historia. Es el único que está dispuesto a comprarlo en el mercado donde todos desprecian al joven cautivo. Pero este hombre rico (se enfatiza la mano en la bolsa y la cantidad de monedas que paga por el cristianito) compra un cristiano para torturarlo.
Como muchos romances, este poema es ambiguo: no sabemos por qué este hombre , llamado solo por su condición religiosa ( un renegado es casi un traidor), abandonó la religión católica, aunque el interés monetario está sugerido por su evidente riqueza. Tampoco se sabe por qué manifiesta esa saña con su esclavo cristiano. Tal vez para tomarse la revancha con el mundo que él ha abandonado.
La historia llega a su máxima complicación cuando el narrador en primera persona o yo lírico explica la aterradora vida que lleva en la casa del renegado.
Se manifiesta el dolor también por su repetición, como si el tiempo no pasara.
Para ello se utiliza el recurso del paralelismo: “Dábame la vida mala/ dábame la vida negra”. Por medio de la repetición y la intensidad de la metáfora se transmite el horror de esa vida.
Luego el personaje da más detalles de su historia en poder del renegado: trabaja día y noche (otra vez antítesis) y machaca esparto o muele trigo (paralelismo) .Se trata de trabajos forzados que no se ven compensados por el sueño o el alimento. El frenillo en la boca con que el amo impide que el cautivo robe comida es un símbolo de su extrema crueldad. Y del hambre que pasa el protagonista, que hubiera sido capaz de comer cibera, es decir, granos de trigo crudo.


Desenlace


“Quiso Dios y la fortuna

que tenía el ama buena”.




La historia trágica del cautivo parece llegar a su resolución. Quizás protegido por Dios, o quizás solo una cuestión de suerte, llega al cautivo la ayuda de otro personaje, el ama.
Esta mujer, de la que solo se informa su condición (es el ama, o sea esposa del renegado, y vive en tierras musulmanas), es “buena”. El adjetivo bueno contrasta con todas las torturas que ha sufrido el cautivo.
El ama es el personaje ayudante que ofrece dones al personaje: pan, vino y bondad. A pesar de ser mora ella parece poseer los valores cristianos de los que carece su marido.
El renegado, que continúa con las costumbres de cristiano viejo (caza para comer carne, como los nobles, bebe buen vino cuando el Corán prohibe el alcohol) y no parece amar a su esposa, a la que abandona con frecuencia.
El afecto entre el cautivo y el ama se ve en la imagen muy contundente del acercamiento físico entre ambos personaje: el cautivo yace al final del poema en el regazo del ama y esta lo despioja, maternalmente.
Esto sugiere que entre ambos hay una relación física, y aunque en otras versiones del poema se explicita que entre ellos hubo una relación sexual, en esta queda limitado a estas manifestaciones de dulzura y protección.
El poema termina con un final abierto, es también un final trunco, pues el ruego del ama “Cristiano, vete a tu tierra”, no recibe respuesta. El ama quiere ofrecerle la libertad, el regreso a su condición social, etc. pero al parecer el cautivo no concreta la evasión.
El texto es ambiguo: las caricias y el ofrecimiento de la libertad son simultáneas, cada día le decía que se fuera, por lo tanto, aún está ahí, en brazos del ama.
El símbolo de la cadena sugiere mucho: estando el renegado, el cautivo debe sufrirla, pero cuando se va, el ama se la quita.
Esta aparición y desaparición de la cadena simboliza la indecisión del cautivo, que debe decidir entre el amor y la libertad.
Los oyentes del romance, con su imaginación, completaban la historia cantada por el juglar.
Como todos los romances, es este poema una tirada de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares. Su título adelanta el conflicto, por lo tanto es emblemático, pero nombra sus principales personajes, por lo tanto también es epónimo.



Imagen de moros y cristianos.


El cautivo del renegado

Es un romance, es decir, un poema medieval español, cantado primero por juglares y luego transmitido oralmente de generación en generación. Como todos los textos de transmisión oral han quedado de él diferentes versiones.
La que utilizamos aquí es la que, por medio de un final trunco, termina con la voz del ama exhortando al cautivo que regrese a su tierra.
Por su temática, se ubica dentro de los romances fronterizos: el cautivo y el renegado son personajes que simbolizan el conflicto religioso y étnico que se vivió cuando moros y cristianos se disputaron la Península Ibérica.
La voz que habla en el poema es la del cautivo, de quien no sabemos su nombre, pero sí su origen: lo primero que dice de él es a dónde pertenece. Se trata evidentemente de un cristiano del sur de España, capturado por los árabes en la Guerra de la Reconquista.
Los romances son muy sintéticos y sugieren más de lo que dicen, por eso se deduce de las palabras del cautivo el lugar en el que nació (Ronda y Antequera son dos ciudades muy bellas cercanas a Málaga), y que probablemente el personaje es joven, porque en su memoria afectiva aparecen en primer término sus padres.
La presentación del personaje pronto sufre una complicación: su vida pega un giro cuando es cautivado y llevado a vender como esclavo lejos de su tierra, en la costa de Marruecos, en un islote donde se ubica el almoneda o mercado donde lo van a rematar como si fuera un objeto.
Los topónimos, nombres de lugares, señalan al oyente del romance la tragedia de la guerra y el desarraigo del personaje.
La estadía en el mercado muestra el sufrimiento del Yo Lírico a través de los versos “siete días con sus noches, anduve en el almoneda”. Es una característica de los romances usar el mítico número 7 y también el uso de antítesis –oposición de imágenes o conceptos- en este caso el contraste entre noche y día.
Otros personajes de importancia surgen entonces en la narración: en primer el renegado, que resulta ser el antagonista u oponente de la historia. Es el único que está dispuesto a comprarlo en el mercado donde todos desprecian al joven cautivo. Pero este hombre rico (se enfatiza la mano en la bolsa y la cantidad de monedas que paga por el cristianito) compra un cristiano para torturarlo.
Como muchos romances, este poema es ambiguo: no sabemos por qué el amo abandonó la religión católica, aunque el interés monetario está sugerido por su evidente riqueza. Tampoco se sabe por qué manifiesta esa saña con su esclavo.
La historia llega a su máxima complicación cuando el narrador en primera persona o yo lírico explica la aterradora vida que lleva en la casa del renegado.
Se manifiesta el dolor también por su repetición, como si el tiempo no pasara.
Para ello se utiliza el recurso del paralelismo: “Dábame la vida mala/ dábame la vida negra”. Por medio de la repetición y la intensidad de la metáfora se transmite el horror de esa vida.
Luego el personaje da más detalles de su historia en poder del renegado: trabaja día y noche (otra vez antítesis) y machaca esparto o muele trigo (paralelismo) .Se trata de trabajos forzados que no se ven compensados por el sueño o el alimento. El frenillo en la boca con que el amo impide que el cautivo robe comida es un símbolo de su extrema crueldad.

“Quiso Dios y la fortuna/ que tenía el ama buena”.

La historia trágica del cautivo parece llegar a su resolución. Quizás protegido por Dios, llega al cautivo la ayuda de otro personaje, el ama.
Esta mujer, de la que solo se informa su condición (es el ama, o sea esposa del renegado, y vive en tierras musulmanas), es “buena”. El adjetivo bueno contrasta con todas las torturas que ha sufrido el cautivo.
El ama es el personaje ayudante que ofrece dones al personaje: pan, vino y bondad. A pesar de ser mora ella parece poseer los valores cristianos de los que carece su marido.
El renegado, que continúa con las costumbres de cristiano viejo (caza para comer carne, como los nobles, bebe buen vino cuando el Corán prohibe el alcohol) y no parece amar a su esposa, a la que abandona con frecuencia.
El afecto entre el cautivo y el ama se ve en la imagen muy contundente del acercamiento físico entre ambos personaje: el cautivo yace al final del poema en el regazo del ama y esta lo despioja, maternalmente.
Esto sugiere que entre ambos hay una relación física, y aunque en otras versiones del poema se explicita que entre ellos hubo una relación sexual, en esta queda limitado a estas manifestaciones de dulzura y protección.
El poema termina con un final abierto, es también un final trunco, pues el ruego del ama “Cristiano, vete a tu tierra”, no recibe respuesta. El ama quiere ofrecerle la libertad, el regreso a su condición social, etc. pero al parecer el cautivo no concreta la evasión.
El texto es ambiguo: las caricias y el ofrecimiento de la libertad son simultáneas, cada día le decía que se fuera, por lo tanto, aún está ahí, en brazos del ama.
El símbolo de la cadena sugiere mucho: estando el renegado, el cautivo debe sufrirla, pero cuando se va, el ama se la quita.
Esta aparición y desaparición de la cadena simboliza la indecisión del cautivo, que debe decidir entre el amor y la libertad.
Los oyentes del romance, con su imaginación, completaban la historia cantada por el juglar.
Como todos los romances, es este poema una tirada de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares. Su título adelanta el conflicto, por lo tanto es emblemático, pero nombra sus principales personajes, por lo tanto también es epónimo.



LAZARILLO DE TORMES: Tratado I y II



Análisis del inicio del Tratado I: Nacimiento de Lázaro


La novela se inicia con la voz en primera persona de un hombre, Lázaro, que cuenta la historia de su vida. Antes de relatar su infancia explica su nombre, que es significativo. A pesar de que sus padres, ambos molineros, se llamaban Tomé González y Antona Pérez, él ya no usa sus tan comunes apellidos, sino un sobrenombre, con el cual todos lo conocen: “de Tormes”.

El río Tormes atraviesa la aldea, el pequeño pueblo rural, donde nació Lázaro, pero en realidad él no tomó su nombre por su lugar de origen, como otros personajes famosos de las novelas de caballería, sino por el modo en que nació.
La madre estaba preñada, a punto de parir, y sin embargo una noche se hallaba en la aceña, en la maquinaria del molino que funciona a partir de la fuerza del agua del río. Lázaro, casi chistoso, cree que nacer en el río es algo memorable, entonces parece estar orgulloso de su origen y su sobrenombre. Pero en realidad lo que cuenta el personaje es muy preocupante desde el punto de vista social, porque una mujer trabajadora del siglo XVI, embarazada, parece estar haciendo tareas en plena noche.
Es posible detectar mensajes ocultos transmitidos por el anónimo autor que escribió este librito, tras las palabras del narrador y personaje Lázaro. El nombre Lázaro en sí mismo parece ser una burla de un relato de los Evangelios, en el cual Jesús resucita a su amigo Lázaro en uno de sus más conocidos milagros. El protagonista del Lazarillo de Tormes jamás parece tener ayuda de Jesús, pero  sí estará muchas veces al borde de la muerte, porque sus amos lo matarán de hambre y lo matarán a palos.
Otra alusión religiosa que puede adivinarse es la de haber nacido en el río. ¿De qué se burla el escritor¨¿De Moisés, que siendo bebé flotó en una canasta en el río? ¿O se burla del rito cristiano del bautismo?

El padre y la madre de Lázaro


Lo cierto es que Lázaro desde su origen padece pobreza. Y sufrimiento. Cuando contaba 8 años, es testigo de una tragedia en su hogar, el molino. A su padre le achacan (le atribuyen) “sangrías” en las bolsas o costales de trigo. Los campesinos llevaban el cereal y el molinero lo convertía en harina, pero muchas veces se sospechaba que robaba harina para hacer su pan. Al padre de Lázaro lo culpan, creen que es el autor de “tajos” en las bolsas, pero no así el narrador, que nunca deja claro si el “confesó y no negó” de su padre se debe a los malos tratos recibidos por los encargados de la justicia.
Es extraño que después de quince años de trabajar en el molino un obrero robe tan burdamente harina, cortando la bolsa y sin volverla a coser, pero el hecho es que Tomé González es condenado, preso y luego desterrado. Pierde todo, y debe emigrar a tierras que no conoce. El pobre molinero termina siendo encargado de cuidar las mulas de un noble que se va a la guerra. Así, sin quererlo, participa en una batalla naval contra moros y muere.
La madre ya no puede quedarse en el molino ni trabajar allí.  Se muda a la ciudad cercana de Salamanca, una ciudad muy conocida por su Universidad, donde conviven ricos y poderosos nobles y también estudiantes que intentan sobrevivir como sea. Antona Péres es evidentemente una mujer que está acostumbrada al trabajo duro: se pone a cocinar para estudiantes y a lavar ropa para mozos que cuidan caballos. Luego sabremos que también cría gallinas porque vende huevos.
La caballeriza adonde concurre en su oficio de lavandera está poblada de mozos, de hombres que allí viven cuidando los caballos, seguramente de raza, del comendador de la Magdalena, un militar noble y evidentemente, muy rico.

El Zaide




Puede que en ese oficio de lavandera la madre en las caballerizas haya tenido oportunidades de prostituirse, pero lo cierto es que uno de los cuidadores de los caballos se enamora de ella y va a visitarla todas las noches a la casa. En realidad, se forma una pareja sin el voto sagrado del casamiento. El enamorado no es un príncipe azul, es un africano de piel muy oscura que trabaja como esclavo para el Comendador. Ya en ese entonces los europeos raptaban africanos para traerlos a Europa a realizar los más duros oficios.
El moreno, a quien llaman Zaide (señor en árabe), es evidentemente una presencia positiva en la vida de Lázaro. Aunque  al principio el niño le teme dado que nunca en su vida ha visto un africano (Lázaro era del  campo), y le impresiona el color del amante de su madre y sus facciones, luego explicita que lo quiere. El Zaide se gana el corazón de esa mujer viuda y ese huerfanito, porque los provee de pan, carne y leños. Cada uno de estos “regalos” son un símbolo positivo: el pan evoca la caridad cristiana, la carne era un alimento privativo de los nobles, los leños encendían un fuego que aunaba a la familia y daba luz y calor. A través de esta imagen se muestra la recomposición de la familia en la vida de Lázaro.
Esta armonía y esta paz aumentan con la llegada del hermanito “un negrito muy bonito”, que genera juegos y risas, y hasta bromas por parte del narrador, como el “Madre, coco” con que se ve asustado al bebé.
Pero la felicidad dura poco. El Zaide es acusado de una serie muy larga de robos. A diferencia de lo sucedido con Tomé González, aquí no cabe ninguna duda: el esclavo africano se lleva del palacio del comendador a la casa de Antona cebada, salvado, leños, mantas, sábanas, cepillos para asear los caballos y hasta sus herraduras para revenderlas.
Pero el negro esclavo no tarda en ser delatado ante los ojos del mayordomo jefe. Los robos nuevamente son investigados y castigados, pero ahora se usa a Lázaro, a un niño, y se lo obliga con amenazas a que delate a sus padres.
Zaide recibe un terrible castigo, propio de esclavo: es azotado y sus heridas son rociadas con pringue, con grasa hirviendo. Es un castigo reservado a los esclavos rebeldes y se sugiere una muerte lenta y dolorosa. A la madre de Lázaro, a quien se la considera cómplice, también se la azota y se la lleva por la ciudad en un burro mientras el pregonero grita su delito “el centenario.”
El peor castigo para la madre es no poder cuidar al Zaide mientras este agoniza, y una vez más Antona se queda sin trabajo (no puede entrar más a las caballerizas) y resuelve mudarse en busca de trabajo.
Lo consigue en el Mesón de la Solana, un lugar donde pernoctan los caminantes y sus burros y caballos. Suponemos que allí limpia lo que ensucian los hombres y las bestias, su trabajo es cada vez más humillante y mientras padece “mil importunidades”, cría (amamanta) al hermanito de Lázaro. Este la ayuda trabajando como mandadero de los huéspedes del mesón.

Anticlericalismo

Pero el Lázaro adulto, el narrador que cuenta la historia muchos años después, no condena ni a su madre ni a su padrastro por robar. Es un hecho que el mundo está lleno de ladrones, por ejemplo, él menciona “los clérigos y los frailes”. Efectivamente, los curas eran considerados por el pueblo como ociosos ladrones, porque usaban el dinero de las limosnas recogidas por la Iglesia para pagar sus vicios sexuales “sus queridas”, “sus devotas”.
Con esto Lázaro denuncia la corrupción e inutilidad de los integrantes de la Iglesia, que si bien habían hecho voto de castidad no lo respetaban y usaban el dinero de los pobres para sus propios placeres.
El narrador compara al Zaide con esos curas y frailes corruptos siendo el Zaide  muy superior a ellos. Roba a un rico (el Comendador), que trata mejor a sus caballos que a sus trabajadores, y roba solo por amor, para que a su familia no le falte comida y calor.




Tratado II: Los amos de Lázaro



A lo largo de su vida Lázaro tendrá nueve amos, irá cambiando sucesivamente de patrón buscando un mejor salario (comida) y menos golpes.
Pero los primeros tres amos son aquellos que más lo marcan: el ciego, el clérigo  y el escudero. Con ellos permanece un buen tiempo pero pasa un hambre atroz. Ninguno cumple con el pacto de salario por trabajo. Le deberían pagar con comida pero lo matan de hambre, y con cada uno, la situación empeora.
El ciego
La madre y Lázaro conocen al ciego en el Mesón de la Solana. Parece tener el oficio de mendigo profesional, que va por los caminos pidiendo limosna. Necesita un guía y Lázaro, que es un niño muy inteligente, al ciego le parece muy adecuado.
La madre está de acuerdo con que su hijo "ya mozuelo", trabaje con él: lo ve como un "buen amo". ¿Qué daño podría hacerle a su hijo un anciano ciego?
Pronto lo sabremos. Luego de la desgarradora despedida con la madre, Lázaro se va con su amo de Salamanca. La ganancia no era suficiente, quizás porque los estudiantes no daban limosnas.
En cuanto parten, el niño descubrirá la verdadera naturaleza del amo: es cruel.

¡Cuánta hambre!



Lázaro ha abandonado al golpeado ciego al final del tratado I sin saber si había quedado vivo o muerto. Entonces trata de alejarse por temor a ser perseguido.
Necesita un nuevo amo para ganar su sustento, pero en la medida que no lo encuentra, pide limosna. Así es como “sus pecados” lo topan con un clérigo, que aparentemente le ofrece un puesto de monaguillo.
Recuérdese que quien cuenta la historia, el narrador, es Lázaro adulto, y conoce el devenir de los acontecimientos. Con el nuevo amo, todo va para peor: “Salí del trueno y caí en el relámpago”.
Con esta metáfora Lázaro compara a sus dos primeros amos, que se caracterizan por múltiples pecados. El pecado que más afecta a Lázaro es la avaricia, porque este nuevo amo, más aún que el ciego, lo va a matar de hambre.
En la presentación del ciego del Tratado I nos había dicho que este era avariento; ahora, comparado con el clérigo, era un Alejandro Magno (nótese el juego de palabras : magno-magnánimo, o sea generoso).
El clérigo es la avaricia misma. En su presentación se utiliza la descripción del espacio que lo rodea para que comprendamos a los extremos de tacañería a que llega este cura.
La casa y los objetos dicen mucho. El vacío y la ausencia de alimentos es notoria: tan solo llama la atención un arcaz, un baúl “triste” y viejo de madera que guarda los tan tiernos panecillos que la Iglesia debería repartir entre los pobres.
El cura los roba de la Iglesia –ya nos había advertido Lázaro de ello cuando justificaba los robos de Zaide- y los guarda en su casa bajo llave.
En la conducta del clérigo se ve su mundo interior: es un monstruo de egoísmo, aunque Lázaro no sabe si nació así o se contagió por ser parte de la Iglesia.
Tanto el arca como la llave son también símbolos religiosos (la Biblia habla del arca de Noé, y es conocido el tema de las llaves de San Pedro para acceder al Paraíso).
Pero aquí el arcaz y las llaves pintan el retrato de un ser avaro que tiene los panes guardados para sí como si fueran un tesoro.
¿Cómo puede sobrevivir Lázaro con un amo tan miserable? El niño se ve siempre con un pie en la sepultura, pues lo único que le ofrece como comida-salario el amo es una cebolla cada cuatro días. Las cebollas (comida del pobre en aquellos tiempos españoles) son guardadas por el miserable cura como si fuera un alimento lujoso. Una ristra de cebollas está bien guardada y contada en un cuartito en lo alto de la casa.
El cura se burla del hambriento Lázaro: cuando le permite ir a buscar su cebolla al darle la llave le dice que “no hagas sino golosinar”.

¿Cómo lograr comer y por lo tanto, vivir?




Lazarillo es muy inteligente y ha aprendido muchos trucos trabajando con el ciego, pero esa experiencia no le sirve con este amo, que cuenta la comida, que no pierde de vista las monedas de las limosnas y que come una exacta cantidad de carne en el almuerzo y cena. No puede hacer “sangrías” a nada, no puede robar.
Hay una excepción a esta vida tan ascética que parece llevar el cura: los sábados, manda a Lázaro a la carnicería a que le compre una cabeza de carnero. El propio cura la guisa y la come; por medio de una enumeración, el narrador cuenta cómo el clérigo devora todo: lengua, sesos, ojos, carne de la quijada, del cogote. Lázaro lo observa mientras el hambre se le hace insoportable: espera que su amo le tire los huesos. Como a un perro, le deja los roídos restos burlándose con crueldad: “Toma, come, triunfa, mejor vida tienes que el papa”.
El cura también en los velorios “comía más que un lobo y bebía más que un saludador”. Con estas comparaciones el narrador comprueba que el cura es voraz y disfruta la comida y la bebida, siempre y cuando no deba pagarla él.
Lazarillo entonces reza para que mueran los enfermos y aquellos que reciben la extremaunción, porque sabe que es la única oportunidad para comer y no morir él mismo.
Pero no es suficiente: el pobre Lázaro está tan desnutrido que sus piernas no lo sostienen, y ni siquiera se siente con fuerzas para escaparse como lo hizo con el ciego.
La crítica anticlerical es en este episodio implacable: evidentemente el anónimo autor del Lazarillo, tal vez un erasmista, tal vez un converso, creía que la Iglesia era todo lo contrario de lo que predicaba.

Ratones, culebras y un niño hambriento




Siendo mozo del cura Lázaro siente que en cualquier momento termina en la sepultura. Ya desde el inicio del tratado el narrador (Lázaro adulto), nos ha advertido metafóricamente que su amo es "un relámpago", el niño está entonces siempre al borde de la muerte. Haciendo honor a su nombre, un muerto viviente, siente que su delgadez extrema no le permite ni siquiera escapar.
En esos negros momentos, un día en que el clérigo se ha ausentado, Lázaro escucha que por la calle pasa un "angélico" calderero, que parece traído por la mano de Dios. En efecto, este nuevo personaje que tiene un oficio miserable -vende chatarra, cacharros y llaves viejas en forma ambulante- le va a permitir abrir el arca donde el avaro guarda los panes.
Lazarillo y el calderero prueban muchas llaves, ninguna abre, hasta que de pronto el arcaz levanta su tapa y se produce el milagro: Lázaro ve los panes que parecen irradiar luz, nos dice con una metáfora la intensa sensación de felicidad que tuvo: vio en los panes "la cara de Dios".
El autor del Lazarillo en todo este episodio realiza una sátira contra la misa y la Última cena: el cuerpo de Cristo, simbolizado en la Biblia por el pan compartido, ahora es representado por un pan robado a los pobres, guardado en un arca por un avaro, descubierto por un par de pillos y devorado por un hambriento niño ladrón.
Este "paraíso panal" se hace desear: Lázaro teme  que el amo se percate de la falta de los panes y no se permite comerlos, solo mirarlos, pero una vez que come, ya no puede renunciar a él. El cura, como cuenta los panes, es el gran oponente en la prueba donde nuestro héroe debe triunfar.
¿Cómo volver a comer ese milagroso pan que devuelve la vida? El hambre agudiza la inteligencia de Lázaro y este inventa un truco: roe los panes y luego cierra la vieja arca para que el amo crea que han entrado ratones. Efectivamente, el clérigo cree que una invasión de ratones se ha cebado en "nuestro pan".
El cura tan poderoso en ocasiones es visto ahora como un pobre infeliz que teme a unos ratoncitos, lo cierto es que le da a Lázaro las partes "roídas", volviendo a burlarse del niño hambriento: "come que el ratón cosa limpia es".
Pero ni las trampas que coloca dentro del arca, ni los clavos y tablitas con que la blinda y tapa todos los agujeros pueden con la habilidad de Lázaro para robar pan fingiendo que se trata de ratones. El cura se pasa durante el día claveteando el arca y Lázaro de noche haciéndole agujeros con un viejo cuchillo: se produce una muy divertida competencia, una de las tantas de la "carrera del vivir".
Cuando un vecino le dice al cura que quien se come el pan no debe ser un ratón sino una culebra, el cura parece enloquecer del todo. Pasa las noches en vela con un garrote en la mano, deambulando por la oscuridad, tratando de protegerse (y cuidar su pan) de la culebra, que trae a la memoria el terrible diablo bíblico metamorfoseado en serpiente.
Lázaro a todo esto logra comer, pero debe esconder la llave porque la búsqueda de la culebra se ha tornado muy peligrosa. Por las noches, se mete la llave en la boca porque el cura hasta revuelve las pajas donde el pobre niño duerme pensando que la culebra se mete allí.
Una noche, los ronquidos de Lázaro al pasar por el agujerito de la llave hacen un extraño chiflido. El cura, en la oscuridad, cree que está silbando la culebra y da un garrotazo terrible al lugar de donde proviene el chillido.
El cura sabe que allí abajo estaba Lázaro: pero su ausencia total de piedad le hace dar el garrotazo con todo su furor. Cuando palpa la sangre de Lázaro va a buscar una vela y así descubre que en la boca del descalabrado niño está una llave que abre perfectamente el arca.
Cuando Lázaro despierta, tres días después tras un terrible desmayo, se encuentra con la cabeza vendada y el cura mirándolo burlonamente: así se entera que el clérigo ya ha cazado a los ratones y culebras, es decir, el cura ha descubierto que el ladrón era Lázaro.
El siniestro amo lo expulsa haciéndose la señal de la cruz, como si el niño fuera un demonio: "No es posible sino que hayas sido mozo de ciego".
Así, el pobre Lázaro repite la historia de hambruna, porrazos en la cabeza y una vez más, deberá "valerse por " sí mismo, pues solo está.



FUENTE OVEJUNA, de Lope de Vega




La obra teatral Fuenteovejuna fue escrita por su autor entre 1611 y 1614. Sin embargo, la historia  en la que se basó para escribir su texto ocurrió a fines de la Edad Media.
Efectivamente, hay crónicas que registran que alrededor de 1475 un pueblo de labradores se levantó en armas contra su Comendador.
También es histórico que los reyes católicos -Fernando e Isabel- debieron luchar contra nobles insurrectos. Por un lado, la nobleza feudal se resistía a perder poder frente a la creciente unificación y centralización del Estado. Por otro, los reyes  católicos debieron enfrentar una guerra civil por la sucesión del trono.
Había nobles que no querían a Isabel, la hermana del fallecido rey Enrique IV, como reina. Preferían que la sucesión hubiera sido para la hija del rey, Juana. Los partidarios de Isabel decían que Juana no era hija biológica del rey, sino que su madre la había concebido en una relación adúltera con Beltrán.
En Fuenteovejuna, los nobles que vemos al principio de la obra -el Comendador Fernán Gómez de Guzmán y el joven Maestre de la Orden de Calatrava Rodrigo Téllez- son partidarios de Juana la Beltraneja y se rebelan contra los reyes católicos tomando para su bando a Ciudad Real..
ESTO CONSTITUYE UNA DE LAS DOS ACCIONES QUE SE DESARROLLAN EN LA OBRA FUENTEOVEJUNA.
LA OTRA ACCIÓN, preponderante, es la que se desarrolla en el propio pueblo de
Fuenteovejuna, pues el Comendador Fernán Gómez ha decidido fijar su residencia allí. Instalado en el pueblo, a pesar del buen recibimiento de sus habitantes, pronto no respetará a las mujeres ni el honor de los campesiinos. En la escena III del Acto I Laurencia y Pascuala discuten sobre las andanzas del Comendador, que ya ha seducido a varias mujeres y que al parecer quiere comprar el cuerpo de Laurencia con regalos: jubones -vestidos-y  sartas -collares.

ACTIVIDAD:
Mira la película realizada en 1972 por la televisión española. Los actores dicen el texto escrito por Lope de Vega y la obra está respetada en esta adaptación cinematográfica.
La encontrarás en este sitio en youtube:  https://www.youtube.com/watch?v=-IcuFn57nAo
¿En qué diversos espacios se desarrolla la obra?


El personaje de Laurencia

Laurencia se presenta en la escena III  del Acto I. Cuando la escena comienza el conflicto con el Comendador ya se ha desatado. Aunque en un inicio no se lo menciona, es evidente que el personaje, una joven labradora, está muy enojada con "alguien", que no desea ver nunca más. Alguien que la asedia y merodea. Con el correr del diálogo, los espectadores nos enteramos de que el Comendador persigue a Laurencia, la joven más bella del pueblo.
Su amiga Pascuala acaba de contarle "algo" que, suponía, iba a molestar a Laurencia. Por el contrario, el hecho de enterarse esta de que Fernán Gómez de Guzmán ha dejado mozas del pueblo con el corazón "derretido como una manteca", la enfurece más contra él.
Laurencia  manifiesta una fuerte personalidad y se define a sí misma como una dura encina -árbol de madera con la que se construyen los palos de las lanzas-. Por su nombre, "Laurencia",  también se la asocia al mundo vegetal, al laurel,  árbol que da hermosas flores, pero sobre  todo, árbol cuyas hojas se usan para las coronas de la victoria.
Lope de Vega construye un diálogo vivaz entre las dos amigas, que tienen un lenguaje cargado de expresiones populares. Pascuala cree que Laurencia, asediada por el Comendador, tarde o temprano cederá. Usa la expresión " que nadie diga: de esta agua no beberé".
Pero Laurencia argumenta sólidamente que no cederá jamás. ¿Por qué habría de enamorarse del Comendador? No existe la menor posibilidad de casarse con él, ya que la diferencia social en la Edad Media impedía todo matrimonio entre nobles y villanos(campesinos).
Ella cree en el amor, en el matrimonio, y cree que las relaciones ilícitas que establece Fernán Gómez son una infamia que condena. Sabe que muchas mozas del lugar han sido "descalabradas"  por él:  las ha deshonrado, les ha quitado su virginidad y abandonado.
Pascuala no estaba al tanto de que Laurencia ha sido desde hace un mes asediada por el Comendador, que usa de celestinos a sus criados Flores y Ortuño. La han seguido hasta el arroyo, donde las  mujeres van a lavar la ropa. El arroyo es un lugar que se cita en la obra como espacio de desprotección, donde las mujeres están solas, sin los hombres de su familia que las puedan cuidar. El Comendador, un hombre lujurioso y tiránico, no puede contener sus deseos lo mismo que las caudalosas aguas.
La escena III continúa con un  parlamento  -un personaje habla largamente y el otro lo escucha- que muestra cuán satisfecha está Laurencia con su vida de trabajadora rural, para la que no necesita ningún rico Comendador.
Describe cómo es su jornada desde la mañana a la noche, sus tareas, sus comidas -amasa el pan, el zalacatón que come con pernil (jamón crudo)- pastorea una alegre vaca, ve crecer los repollos, de noche come salpicón y al irse a dormir reza. Es una vida simple y llena de actividad, Laurencia es parte de la Naturaleza y el trabajo  humano dignifica y ennoblece a los seres humanos, aunque sean campesinos y no aristócratas.
En la escena VII  se ve otra vez a Laurencia y Pascuala, pero huyendo del Comendador. Este las enfrenta y les ordena entrar en su casa. Ellas se niegan, solo lo harían acompañadas de sus padres. Él les dice : "¿Mías no sois?" Cree que su estatuto de señor, de noble, le permite poseer a los trabajadores de los territorios que él administra militarmente.
Pero su actitud tiránica es enfrentada por las dos muchachas, que le dejan bien claro que no desean ser poseídas por ese hombre autoritario y cruel. Al parecer, el Comendador está obsesionado con Laurencia, que lo ha desdeñado, y a él le parece una "hermosa fiera".
El Comendador ordena a sus criados que las rapten y las hagan entrar por la fuerza a la casa. Pero ellas se resisten y los dos despreciables personajes se dan por vencidos.
Hay un juego de palabras entre Laurencia y Ortuño que señala el papel de gracioso que tiene este último: Laurencia recuerda que el pueblo le acaba de realizar una gran cantidad de deliciosos regalos al Comendador, -lechones, jamones, etc.- . Al parecer al Comendador no le bastó tanta carne presentada. Y Ortuño dice claramente  que lo que anhela el lascivo Comendador es la carne de Laurencia.

Fuenteovejuna:
LAURENCIA DEFIENDE LA DIGNIDAD DE LOS CAMPESINOS





El comendador y frondoso frente a frente

Al final del Acto I el conflicto de Fuenteovejuna ya está planteado claramente.
Desde la escena X hasta la última, la escena XIII, asistimos al enfrentamiento entre un pueblo digno y trabajador y un tirano que abusa de su poder y sus privilegios de clase social.
El pueblo aquí está representado por los personajes más fuertes, bellos y jóvenes, Laurencia, hija del alcalde, y Frondoso, un zagal –pastor, campesino- también hijo de un importante hombre de Fuenteovejuna. Ella está lavando ropa en el arroyo pero “a medio torcer los paños” decide hablar sinceramente a Frondoso, pues en el pueblo todos murmuran “que me miras y te miro” “y que para ya uno somos”. Laurencia explicita que ese juego de miradas y de seducción no puede llegar lejos, ella es una muchacha independiente y honesta y estar en boca de todos le produce enojo”.
Entonces Frondoso le declara su amor total, le confiesa que por ella no come ni duerme: el “angélico rostro“ de Laurencia se le aparece en la imaginación. Está muy enamorado y en su cultura y sus valores un amor así solo puede culminar en casamiento. Por eso aprovecha la oportunidad para pedirle la mano. En su pedido se evocan los palomos arrullándose y juntando los picos. Los pájaros, una vez más, son símbolos positivos de amor y fidelidad. Y significativamente Frondoso habla de su unión en la Iglesia. Según Lope, y según la ideología cristiana de la época, el amor era algo sagrado que debía bendecirse en la institución correspondiente.
Ya sabíamos que Laurencia pensaba también así porque rechazaba de plano al Comendador debido a que jamás se casaría con ella, una labradora.
Pero la fuerte Laurencia comienza a darse cuenta de que también empieza a sentir amor, como todos los seres vivos en la Naturaleza, y se percata que “ya tengo algunos asomos” de amor hacia Frondoso.
Ese momento mágico se ve interrumpido violentamente por la irrupción del Comendador, que está de caza.
Laurencia pide a Frondoso que se esconda entre los arbustos. Él “con celos”, la obedece, y así en la escena XI el Comendador se enfrenta a Laurencia, a quien trata de “gama”, de cierva, como si fuera un animal de presa y él un cazador.
El Comendador le recrimina los desdenes de Laurencia tildándola de “monstro”. En ese momento el guerrero decide tirar el arma de caza (la ballesta, una especie de flecha) y luchar cuerpo a cuerpo con la chica, intentando tomarla por la fuerza. Al ver al Comendador convertido en un violador, Laurencia lo rechaza y menciona la cruz de Calatrava que el aristócrata lleva en su pecho: esa cruz debería obligarlo a comportarse noblemente y a respetar el orden social, pero este hombre, lleno de lujuria, se ha transformado en un “demonio”. (Véase la antítesis ángel/demonio que desprende esta escena.)

Los roles sociales invertidos


En la siguiente, la escena XII, sale Frondoso de la espesura y toma la ballesta del comendador. Este, que aún no lo ha visto, le está exigiendo a Laurencia que “no se defienda”.
Pero pronto el Comendador queda desvalido frente a la presencia imponente de Frondoso, que trastocando las reglas sociales, hace valer por encima las morales. Y así lo dice Frondoso, que le ordena al guerrero dejar la moza inmediatamente, porque si no clavará la ballesta en la simbólica cruz de Calatrava que el violador lleva en su pecho.
"¡Perro villano!”, le grita el Comendador, tratando de rebajarlo y reubicarlo en su humilde condición social de labrador, quien jamás en teoría podría enfrentarse a un gran señor. Pero Frondoso usa otras reglas, por ejemplo, la ley de la justicia y el amor y grita “¡Huye, Laurencia!”
Los dos hombres y rivales quedan frente a frente: se invirtió el modelo social, pues aquí un plebeyo tiene el poder y el vulnerable es el rico militar.
Esto irrita al Comendador que primero ordena al subalterno tirar la ballesta, indignado. Pero Frondoso sabe que si lo hace, el Comendador lo matará. Y se niega. Predomina la ley de la vida y rechaza obedecer al poderoso.
El Comendador, ciego de furia, lo incita a romper las reglas de caballería y pelear de hombre a hombre, lo cual implica una gran transgresión para la Edad Media, pues los nobles solo podían luchar con sus iguales sociales.
Frondoso, de ningún modo quiere matar ni luchar, sino que quiere vivir para amar.
La escena XIII termina con Frondoso llevándose la ballesta del Comendador y abandonando a este, impotente y furioso, solo en el bosque.
El Comendador exclama “mas yo tomaré venganza/del agravio y del estorbo”.
Así termina el Acto I y los espectadores suponemos que el Comendador será cada vez más cruel . El comendador se convierte en el gran antagonista de la obra: se opondrá a Laurencia, a Frondoso y al pueblo, Fuenteovejuna, entero.

DON QUIJOTE DE LA MACHA, de Miguel de Cervantes


La primera frase del Capítulo I : un narrador misterioso nos cuenta una historia

El libro El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una de las obras más famosas del mundo a lo largo de más de cuatro siglos, comienza sin embargo de una manera juguetona, lúdica, donde el narrador establece una relación cómplice con el lector.
Este narrador en tercera persona,  a veces se introduce en el relato, ya sea para opinar, ya sea para contarnos cómo está armando la historia de don Quijote, aunque empieza ubicando la historia en el espacio y en el tiempo, como en toda tradicional narración.
Sin embargo, algo contradictorio surge en seguida. El espacio donde se ubicará la historia es La Mancha, región geográfica de la meseta castellana caracterizada por su aridez, su monotonía y su escasa población, en su inmensa mayoría abocada a la ardua agricultura.
El narrador agrega que la historia transcurrirá en un lugar "de cuyo nombre no quiero acordarme", frase que ha dado lugar a diversas interpretaciones. Puede entenderse que la aldea en donde vive el hidalgo es tan intrascendente que ni siquiera vale la pena decir el nombre. Puede entenderse que como luego el narrador nos va a asegurar que la historia es verdadera, no resultaría verosímil para algún vecino del lugar hablar de las hazañas de un personaje de su propio pueblo que nadie conoce. De ahí que evite la mención del pueblo, aunque en otros casos sí cita nombres de aldeas, como por ejemplo el Toboso, de donde proviene su "amada Dulcinea".
Pero la mayoría de los estudiosos piensan que Cervantes utiliza un modo folklórico de contar cuentos, del tipo "Había una vez".
Lo curioso es que suma esta forma de contar acontecimientos fabulosos a un lugar tan sin gracia como La Mancha, y encima explicita que la historia es contemporánea del lector, está a un paso: "no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero".
La historia presenta al personaje protagónico inmediatamente, pero aún no se llama Don Quijote, como universalmente se le conoce. El narrador escatima el nombre auténtico del hidalgo. Antes del nombre, otras cosas lo representan bien.
Por ejemplo tiene: "lanza en astillero, adarga antigua rocín flaco y galgo corredor."

El narrador presenta su personaje




La imagen más famosa de la literatura es sin duda la de ese hombre flaco y alto subido a un caballo también flaco. Ese ser ya está desde la primera línea de la novela, aunque todavía no haya aparecido su escudero Sancho, un obeso labrador que a lomo de burro, se hará su compañero entrañable a partir del capítulo siete.
En un principio el hidalgo se encuentra muy solo. Más que su familia -muy escasa, a la que luego presenta el narrador- en su vida parecen tener más importancia los recuerdos de sus bisabuelos, quizás colgados en la pared.
La lanza en astillero (en un soporte de madera) y la adarga antigua (escudo de cuero) ya no servían en las guerras. Ahora las armas usaban pólvora, como la que usó el arcabuz que le voló la mano a  Cervantes en la batalla de Lepanto.
Pero la condición social -ser hidalgo- predeterminaba la vida de los seres humanos en la España de 1600. A diferencia de gran parte de Europa, España quedó estancada en el sueño de la Edad Media, cuando sus guerreros cristianos recuperaron palmo a palmo los territorios que en el siglo VIII les habían arrebatado los moros.
Los bisabuelos seguramente participaron en esas guerras, y gracias a ello a sus descendientes les legaron un título nobiliario (hidalgo, "hijo de alguien") y unas tierras. Pero de algún modo también le transmitieron una maldición: no podrán trabajar. La España post Edad Media no termina de entrar en la Modernidad y aún existe el tabú de que alguien de sangre "noble" no puede realizar un oficio con sus manos, como lo hicieron los expulsados judíos sefaradíes y los moros, grandes agricultores.
Este personaje es un hidalgo muy empobrecido, a diferencia de los grandes caballeros -como el Comendador de la Magdalena del Lazarillo- solo tiene un caballo viejo, el rocín, y en lugar de una jauría de perros que lo acompañan a cazar ciervos o jabalíes solo tiene un galgo corredor.
Se dice que las mascotas se parecen a su dueño: aunque aún no tenemos ninguna grafopeya de él, resulta interesante que los primeros dos seres vivos que se mencionan de su entorno, sean muy flacos.



Dime qué comes y te diré quién eres






El narrador  finge ser un cronista de un personaje que realmente existió, pero ese hombre fue, anteriormente, un pobre y arruinado hidalgo.
El indicio de que está arruinado lo da su pobre menú: rutinariamente, como todas las semanas lo mismo, cuidando la economía. La vaca es más barata que el carnero, por eso su carne llenará más la olla del puchero. De noche no se enciende el fuego para cocinar, se comen las sobras, es decir, el salpicón.
Por supuesto que como hidalgo debe demostrar que es cristiano viejo, y no moro ni judío oculto: los viernes no come carne roja sino lentejas (es el día de la muerte de Jesucristo), los sábados come cerdo, carne prohibida en las otras religiones (duelos y quebrantos son huevos con tocino), y los domingos, el día del Señor, come lo que se puede entender como "manjar": dada su magra economía solo puede comer algún palomino de más. Los pichones de paloma eran comidos por los nobles como tradición, pero este noble está tan arruinado que no puede darse lujos.


De una vida de fracaso y rutina a un mundo heroico.




No solo usa el dinero de su hacienda (sus rentas) en comer él (aunque también tiene que vestirse de hidalgo para guardar las apariencias los días de fiesta),  además deben comer los tres seres que viven con él: su joven sobrina, su criada y un peón.
¿Cómo es que no trabajaba para salir de tal pobreza?
No lo había hecho nunca, y ya frisaba los 50 años. Seguramente fue un hombre activo, y atlético, pero es muy flaco, seco de carnes y enjuto de rostro. Su cara chupada revela su pobreza pero también su falta de interés en los aspectos materiales del mundo, por ejemplo, la comida.
En realidad, otros son sus intereses, por ejemplo, los libros.
El narrador no tiene muy claro cómo se llama, lo cual es muy extraño en una narración. Puede ser Quijada o Quesada o Quijana.
En todo caso su apellido empieza con Q. Y los nombres que se dice que tenía tienen que ver con su rostro (quijada) o con su locura (quesada, el cerebro loco era como un queso para las tradiciones de la época)
Lo más importante en su vida es la acción de leer. No cualquier libro. Lee libros de caballería, y los comenta con sus dos amigos del pueblo, el cura y el peluquero o barbero, que también sienten gusto por estas historias.


El narrador nos asegura que nuestro hidalgo.... está loco




A menudo los lectores del libro Don Quijote de la Mancha tienen la sensación de que el personaje no está tan loco como parece. Los personajes que se topan con él por los caminos a veces también dudan: es que Don Quijote por momentos es tan sabio y culto, y tan justo a la hora de argumentar a favor de los "menesterosos" o necesitados, que la cuestión de la locura del hidalgo puede quedar en entredicho.
Pero el narrador nos asegura varias veces que el hidalgo "perdió el juicio".
No solo eso: en el Capítulo I informa al lector con lujo de detalles cómo fue el proceso en el que el hidalgo se sumergió en la locura.
En primer lugar, la lectura de los libros de caballería ha jugado un rol preponderante: "se le pasaban las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio". A través de estas metáforas se sabe que el personaje es un insomne que se pasa toda la noche leyendo, hasta que amanece. Y luego, de día , en lugar de descansar, piensa y fantasea con todas aquellas aventuras que ha leído, pero caóticamente, de forma "turbia" y confusa.
La forma en que se define la locura es sencilla:"se le secó el cerebro". A lo largo del libro son muy variadas las metáforas para ilustrar la locura de Don Quijote... desde que tiene el cerebro seco, o los sesos calientes, o la cabeza llena de viento.
El pobre cerebro del hidalgo, que vivió tantos años aburrido, se llena de pronto de fantasías "de todo aquello que leía". El narrador hace una enumeración mencionando la cantidad de personajes diversos que desfilan por su imaginación, todos mezclados, como si fueran lo más verdadero del mundo: Hércules, el Cid, Mahoma, Gigantes. Personajes míticos e históricos  le invaden la mente y ya no puede pensar en otra cosa.
Y el narrador dice "En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante".
Es que la locura ha afectado a muchos seres humanos, pero ningún  demente ha tenido la extraña ocurrencia de Don Quijote.  Quiere cambiar su identidad, transformarse en otro, pero no cualquiera:
elige, y toma voluntariosamente la decisión. Un caballero andante es un guerrero medieval que va por los caminos buscando aventuras, inspirándose en la s novelas de caballerías. Pero cuando se cuenta la historia de Don Quijote, "no ha mucho tiempo" de la publicación del libro, o sea que no mucho más atrás de 1605. ¡Es como si saliera del túnel del tiempo!
¿Qué puede encontrar por los caminos un ser que parece salido de la ilustración de un libro antiguo?
Él tiene muy claros sus objetivos: aumentar su fama y servir a su "república". En realidad, Don Quijote presenta un  particular "ego", necesita imperiosamente ser importante después de una vida de ocio forzoso y aburrimiento. Pero el servicio a su imaginaria "república" implica ayudar, ser generoso. El problema, será, como muestra todo el libro, que las aventuras donde lucha por la justicia son "sonadas y soñadas". Suceden en la mente de Don Quijote. Para los demás, lo que él llama "aventuras" son disparates de un loco extrañísimo.













Don Quijote se crea a sí mismo


Lo primero que hace el hidalgo para convertirse en caballero andante, una vez que toma la decisión, es transformar su figura. Para ello debe vestirse de caballero, y las armas y armadura que posee eran nada menos que de sus bisabuelos. El problema es que ellas estaban en un  rincón, por largos siglos olvidadas (con esta hipérbole, el narrador muestra que los antepasados del hidalgo pelearon en la guerra contra los moros, la Reconquista, definitivamente ganada y pasada).
Por lo tanto están llenas de orín (óxido) y moho, pero el  hidalgo que debía sufrir el tabú social de "no trabajar" ni usar sus manos en oficios, se pone ahora briosamente a limpiar y aderezar (aceitar) las armas lo mejor que pudo.
Este hombre sale del ocio y el aburrimiento y se introduce en un mundo de acción. Pero su locura tiene sus límites: sabe perfectamente que la armadura de un caballero medieval, como él quiere ser, debe llevar un casco con "celada de encaje", una cobertura para proteger el rostro con orificios para mirar.
Las armas de sus bisabuelos (quienes seguramente no fueron caballeros sino simples escuderos), no tienen este tipo de celada, sino morrión o casco simple. Eso es suplido por el nuevo ser en que se ha convertido el personaje: crea él mismo una celada de cartón. Está una semana fabricándola. Otra vez usa sus manos con ingenio o industria.
Como si fuera una careta, una máscara, le parece muy adecuada: a él no le importa que no sea verdadera, porque lo que necesita es inventarse a sí mismo y para ello sirve. Pero nuevamente sus visos de cordura limitan su locura: prueba la celada con la espada y deshace en un punto lo que le había llevado una semana hacer.
Vuelve a construirla, reforzándola con alambres de hierro, pero no la prueba: eso demuestra cómo el personaje transfigura la realidad según su conveniencia. Pero no es en absoluto tonto.
La armadura debe ser acompañada por un caballo, y ya sabe el lector que el hidalgo tiene "un rocín flaco".
Es un caballo viejo, de campo, muy delgado, al que se le ven las costillas y tiene tachas (enfermedad de las patas), pero de todas formas para el personaje es un caballo extraordinario y entonces debe llevar un nombre, como los caballos famosos de la historia como el Babieca del Cid o el Bucéfalo de Alejandro.
El nombre elegido es Rocinante, un juego de palabras como tantos que aparecen en el Quijote, significa rocín era ANTES, ya no, o también, está antes que todos los rocines del mundo, siendo el número uno.
El sufijo -ante recuerda la palabra IMPORTANTE. Y así va a ser el caballo en la historia: de hecho, rocinante es el caballo más famoso de la literatura universal.
Luego se pone nombre a sí mismo, y allí aparece el maravilloso e inolvidable nombre Don Quijote de la Mancha. Para crearlo parece conservar la raíz del apellido (nunca se separa totalmente de la realidad), Quij- :¿se llamaría de verdad Quijano o Quijana? Pero le agrega el sufijo -ote que para él implica tamaño e importancia pero para los lectores también brinda un tono cómico y grotesco, además de algo de ternura.
El Don es un tratamiento de respeto reservado a los caballeros, así que el hidalgo sube su estatus social y en esa sociedad tan estratificada se mete un escalón más arriba. Y luego, anexa su lugar de origen a la manera de los caballeros de sus libros favoritos, como Amadís de Gaula. Claro que La Mancha es un lugar árido y empobrecido que no ha producido jamás seres míticos.
Por último esta transformación en un ser inolvidable necesita una dama a quien amar y a quien dedicar sus hazañas. Esto es realmente difícil porque según los lectores hemos detectado el personaje ha sido toda la vida un solterón y así ha criado la sobrina, la hija de su hermana. Pero pensando termina encontrando a la dama de sus sueños. "Un caballero sin su dama es como un árbol sin frutos y sin hojas y cuerpo sin alma", piensa poéticamente el personaje.
Y recuerda que él en un tiempo estuvo enamorado de una campesina (Aldonza Lorenzo), pero jamás se le declaró ni se lo demostró a pesar de ser ella muy bonita, "de muy buen parecer". La diferencia social entre ambos pudo haber sido un obstáculo, pero también la tremenda timidez de él.
Y el nombre que transfigura el de Aldonza conserva ciertos sonidos de él -Aldonza está relacionado con el nombre Dulce-. Claro que le agrega el sufijo -ea, que ha sido usado en la literatura para hermosas inolvidables, como Melibea de la obra La Celestina.
La transformación de labradora en dama muestra que Don Quijote reinventa la sociedad y mueve las clases sociales. Su dama no proviene de ninguna casa aristocrática, pero es "Dulcinea del Toboso" -el pueblito agrícola de donde proviene- y para Don Quijote su sonido es fantástico.
Así que en la transformación de Don Quijote cumple un rol muy importante el invento de los nombres de los nuevos seres y cosas. ¡Don Quijote es casi un poeta y elige nombres "altos, sonoros y significativos"!