domingo, 8 de septiembre de 2019

A UN OLMO SECO, de Antonio Machado

Antes de leer y reflexionar sobre este poema, escucha esta canción, cuya letra es del poeta Machado y su música de Joan Manuel Serrat. Pero esta versión está transformada al flamenco, el estilo musical por excelencia de Andalucía y la canta Calixto Sánchez:

https://www.youtube.com/watch?v=E2GwSY3wF-s



En Uruguay tenemos una variedad de olmo que llamamos "álamo". Es un árbol que se suele plantar al borde de caminos y carreteras, para dar sombra, uno junto al otro.



A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera. 
Tradicionalmente, se interpreta este poema como una metáfora de la esperanza que aún tenía Antonio Machado sobre la mejoría de su joven esposa Leonor, enferma gravemente de tuberculosis.




Antonio Machado 1875-1939


Leonor Izquierdo 1894-1912




Análisis de "A un olmo seco"


 Título 


Es un título que no entra dentro de la tradicional clasificación “epónimo”, “emblemático” y “simbólico”, porque parece en verdad una dedicatoria, un pequeño texto que a veces acompaña a otro y que adelanta que se va a realizar un canto, elogio, o agradecimiento a alguien valioso. A veces los poemas que cumplen  esta función se llaman “odas”.
Pero el título como siempre adelanta información, y así el lector sabe que se va a alabar un árbol “seco”, es decir, que se está muriendo. Hay una paradoja en elogiar a un ser vivo que se halla en tránsito hacia la muerte, en plena decadencia.
La primera parte del poema es una descripción minuciosa del árbol. Y lo curioso es que para ello Machado utiliza la forma de un soneto, es decir, dos cuartetos y dos tercetos.



 Primera estrofa: un cuarteto


El primer cuarteto explica objetivamente la situación presente del árbol, cuya vida ha sido aniquilada por un elemento arbitrario de la naturaleza , el rayo. Sin embargo, y ese parece ser el motivo de la alabanza, a pesar de la destrucción, el árbol puja por vivir y con la primavera le han salido unas “hojas verdes”. Así aparece al inicio del texto una alusión a la esperanza, al milagro azaroso de la vida.


 Al olmo viejo hendido, por el rayo
y en su mitad podrido
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.


 Este comienzo es casi in media res, lo peor ya sucedió. El rayo (símbolo desde la mitología griega de fuerza y de poder) ha partido un árbol que ahora no es considerado “seco”, sino “viejo”. Así, los adjetivos van siendo cada vez más amables dirigidos al olmo, pues en realidad, calificar a un árbol de “viejo”es considerar su fortaleza y porte. La vejez de un árbol es un atributo positivo, si bien este olmo también está “hendido”, y “en su mitad podrido”
El adjetivo “podrido”por cierto no es nada poético, pero el yo lírico, que observa de cerca el árbol, quiere ser rotundo y no eludir la grave situación en que se encuentra el árbol.
En la naturaleza nadie es inmortal y también los árboles perecen. Este olmo, antes de morir, parece tener aún la capacidad de producir hojitas verdes. Esta antítesis entre lo podrido y lo vivo llama la atención del yo lírico, que se ha detenido en el camino a observar este fenómeno, que luego calificará de "milagro”.


 El árbol. Símbolo ancestral 




Desde antiguos mitos a religiones, pasando por pueblos y sociedades, el árbol ha sido un emblema de la vida, muy unido a la existencia humana. El árbol de la sabiduría está en el Génesis de la Biblia, pero también hay un árbol en la representación del mundo de los vikingos.
En Paraguay, está el árbol de Artigas, un jacarandá bajo el cual Artigas  ya anciano buscaba su sombra. El árbol destruido por los bombardeos nazis en la ciudad vasca de Guernika, es un símbolo de la masacre que allí se perpetró y que inspiró a Picasso en su obra maestra.
El árbol tiene un vínculo con los cuatro elementos esenciales: el agua, la tierra, el aire y el fuego. Sus hojas reciben la lluvia, pero sus raíces beben savia. Donde no hay árboles se genera un desierto. Las profundas raíces de un árbol están en contacto con la tierra generosa, de ella se hiergue recto, como el cuerpo humano. La verticalidad de un árbol genera una impresión de rectitud y nobleza.
Su copa es un hogar para múltiples  animales, pero también ofrece sombra y refugio a las personas, además de frutos y flores. Al estar en perpetuo crecimiento da la impresión de que se eleva hacia el cielo, y como las catedrales, es un signo de espiritualidad.
El árbol está unido también al fuego, pues es gracias a su madera que los seres humanos descubrieron y domesticaron al preciado elemento que les permitió  darse calor , luz en la noche y preparar alimentos.
Los árboles, cuanto más años tienen y su tronco es más grueso, y su copa más tupida, generan más admiración.
La Humanidad aprendió a plantar árboles, pero a menudo la propia Naturaleza los ofrece espontáneamente: es el caso de este olmo que descubre el yo lírico, árbol autóctono español que nació hace más de cien años a orillas del Duero, un río que atraviesa Castilla.



Segundo cuarteto 



¡El olmo centenario, en la colina
Que lame el Duero! Un musgo amarillento
Le mancha la corteza blanquecina
Al tronco carcomido y polvoriento.



 Aquí se observa que la voz del yo lírico sube de tono, exaltado. Los signos de exclamación se utilizan para expresar emoción. ¿Qué lo ha conmovido al yo lírico? Por un lado el hecho de que el olmo es venerable, tiene más de cien años, tiene más longevidad que el ser humano. También la maravilla de la unión entre río y mundo vegetal, pues el olmo ha nacido porque hay una colina que “lame el Duero”.
 El río está personificado y con una metáfora se habla de la humedad y la vitalidad que como un gran padre protector brinda el río a a su alrededor.
La admiración hace que el yo lírico se acerque cada vez más al árbol y lo describa con lujo de detalles. Pese a haber resistido más de cien años, ahora el olmo está cubierto de musgo “amarillento”y la corteza está “blanquecina” y “polvorienta”.
Obsérvese el uso de adjetivos a los que se les ha anexado sufijos ( partículas que se colocan al final para dar un matiz a la palabra) , negativos: –ento, -cina y –iento se usan para agudizar estados de enfermedad o decadencia.
No obstante, y pese a la antítesis entre las hojas verdes nuevas y el musgo que se asocia con lo putrefacto, el viejo y herido árbol aún alberga vida. Una vida secreta de hongos e insectos que descubre el atento yo lírico, y que es vida al fin.
“Nada se pierde, todo se transforma”parece que dijera Machado con su árbol. Todo es vida. Por eso en los tercetos del soneto el yo lírico tiene el valor de igualar la vida de un pájaro de bello cantar (el ruiseñor), con las hormigas y las arañas.
Se realiza una afirmación de lo que el árbol ya no será a través de una comparación negativa.



No será, cual los álamos cantores
Que guardan el camino y la ribera
Habitado por pardos ruiseñores.


La comparación muestra la  diferencia entre el olmo y  los álamos, que estarán llenos de pájaros y cantos. Recuérdese que en la tradición poética el ruiseñor es símbolo de la alta poesía.
Este viejo árbol albergará otros animalitos, seguramente menos poéticos, pero muy trabajadores y sistemáticos, como esos insectos que ahora descubre tan voluntarioso el yo lírico.


Ejército de hormigas va trepando
Por él, y en sus entrañas,
Urden sus telas grises las arañas.


Ni las arañas ni las hormigas son animales que simbolizan la belleza, pero sí el trabajo, la paciencia y el esfuerzo. Y allí están, muy vivos, en el olmo que los alberga y les da casa y cobijo.
En este segundo terceto se observan varias aliteraciones: resuenan la “r”y la “ñ”, que se repiten, para mostrar con su sonido el incesante trabajo de los insectos.
Pero entonces el soneto termina para que el poema se convierta en un canto emocionado dirigido a un “tú”, y el yo lírico le hable al árbol que, si bien no puede contestarle, parece escucharlo, mudo.


 El deseo del yo lírico 


¡Antes que te derribe, olmo del Duero,
Con su hacha el leñador, y el carpintero,
te convierta en melena de campana,
lanza de carro, o yugo de carreta,
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde del camino,
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida!



En este diálogo imposible con el árbol el yo lírico se proyecta al futuro y reflexiona sobre el destino del árbol. Es indudable que morirá, que terminará su ciclo vital. ¿Pero cómo?
Preguntarse eso es como si el yo lírico se preguntara sobre su propia muerte. Nadie tiene esta respuesta, pero el poema baraja distintas hipótesis. Hechos que sucederán, en algún momento, y antes de que sucedan, el yo lírico quiere escribir sobre este árbol.
Es importante la anáfora del adverbio antes, que se repite a comienzo de verso tres veces, para indicar la urgencia de hacer algo porque al árbol le queda poco tiempo de vida.
Es entonces que aparece aludido el ser humano, pero no cualquier persona, sino aquellos que pueblan el campo y que pertenecen al mundo del trabajo. Es retratado en su vida cotidiana el sufrido pueblo español, que cuando Machado escribe este poema era aún muy pobre.
Son varios los oficios aludidos, explícita e implícitamente, que usarán ese árbol para la vida. Se mencionan explícitamente el leñador y el carpintero.
El leñador es un oficio para el que se necesita no solo fuerza sino también destreza y conocimiento de los árboles. El oficio de carpintero es uno de los más antiguos del mundo, Jesús era carpintero como su padre, José.



El carpintero de un  pueblo del campo profundo en ese mundo rural hará múltiples objetos, pero Machado elige la “melena de campana” , la “lanza de carro”, y el “yugo de carreta”. Objetos vinculados al duro trabajo: la campana es tocada por el cura para despertar al pueblo, no solo se va a misa sino también a trabajar. La lanza de carro es el palo que une la estructura de las ruedas, y evoca a todos aquellos que trasladan en carro los productos agrícolas.



El yugo de una carreta es un instrumento muy fuerte y pesado para sostener el arado que sujeta la cabeza de dos bueyes: así se labró la tierra durante siglos antes de la invención del tractor.
Pero también el olmo puede llegar a encender el fuego de una cocina, del hogar o fogón con que se calienta la familia y donde las mujeres cocinan sus guisos que luego alimentarán a todos.




Pero toda esta enumeración y alusión a trabajos termina en “mísera caseta”: el diminutivo , - eta supone una casa muy precaria y humilde, pero el adjetivo mísera habla de penurias, quizás de hambre.
El olmo puede ayudar a los seres humanos pobres a trabajar, a vivir.




El último oficio aludido es el de escritor, que lleva siempre consigo una "cartera", un poeta caminante, que porta una libreta donde tomar anotaciones ante las sorpresas que le surgen en el camino, como las ramas verdes del olmo casi muerto.


Conclusión



Mi  corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida
otro milagro de la primavera.

Los últimos versos del poema unen el texto y el contexto. El plano autobiográfico se manifiesta de lleno y se une al paratexto final (Soria, 1912), espacio y tiempo del drama de la pareja Antonio Machado-Leonor Izquierdo, a quienes la enfermedad y la muerte separó en plena dicha.