sábado, 28 de julio de 2018

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES, de Julio Cortázar






Título

El título ya introduce en una situación de misterio. Los parques habitualmente son una unidad en sí mismos, nadie espera que un parque se continúe en otro.
Pero Cortázar es un escritor de literatura fantástica y en este breve cuento de apenas dos párrafos pretende cuestionar toda realidad estable, toda identidad definida, como por ejemplo, un parque, un libro… o un ser humano.
Luego que se termina de leer la historia puede entenderse al título como emblemático, pues resume lo que sucede en la trama, pero también es un título simbólico, porque apunta a la abstracta idea de la convivencia entre lo real y lo fantástico.

Narrador

El narrador es una voz que cuenta la historia, en este caso es claramente un narrador en tercera persona, externo y omnisciente. Lo sabe todo, porque da multitud de pistas sobre lo que va a suceder, aunque como el cuento tiene una buena dosis de suspense por supuesto que estas pistas no se dejan ver tan fácilmente.
El vocabulario que usa el narrador es denso y culto y cada palabra superpone significados. Es adecuado al mundo que va a retratar: argentinos de clase alta, adinerados, ociosos e inmorales, que sin embargo se caracterizan por una exquisita cultura y muy buen gusto. Eso se ve, por ejemplo, en la casa que tiene el personaje y el cuidado con que se mantiene el parque y el jardín.

Argumento



Se trata de un día en la vida de un hombre rico, poderoso, que tiene aparentemente una única pasión: leer. Una novela lo atrapa especialmente, y en cuanto tiene tiempo y silencio, en su sillón de terciopelo verde, se mete literalmente dentro de ella. La novela se le hace muy vívida: ve lo que sucede en ella, que es una historia de amor prohibido, donde una esposa y un amante que se vienen encontrando secretamente para desatar su pasión en una cabaña escondida, parecen haber decidido por fin matar al “otro”. Efectivamente, se supone que casi al llegar al final de la novela, el futuro asesino se acerca a la finca del evidente marido. El plan parece salir a la perfección, finalmente, el amante con el puñal en la mano se aproxima a la cabeza de un hombre en un sillón de terciopelo verde leyendo una novela.

Final

El final es abierto porque el narrador no explicita el asesinato y deja en los lectores la duda de si esa novela que contiene la historia de la vida de quien la está leyendo, que le informa cómo su mujer le es infiel y cómo el amante busca asesinarlo, no es en definitiva un aviso que lo salva. Puede suponerse que el hombre se da vuelta y lucha con el asesino, o puede suponerse que prefiere seguir leyendo la deleitosa novela y permitir que lo maten.

Espacio



El espacio se desarrolla en dos polos opuestos. Uno es el parque de robles con su finca contigua, una casa de dos plantas muy bien descrita por “las palabras de la mujer”, una casa con numerosas habitaciones, una sala azul, donde pueden suponerse sillones, alfombras y cortinas a tono; una galería –donde tal vez estén los retratos de sus antepasados-, una escalera alfombrada, lo que muestra lo maniático que es el dueño de todo eso que prefiere no escuchar crujidos y encerrarse en su estudio a leer, de espaldas a la puerta.
El otro polo es la cabaña del monte. En lenguaje rioplatense, se llama monte a un bosque nativo, indígena, tupido y espinoso. Por supuesto que nada tiene que ver con ese parque diseñado por la mano humana donde se han plantado hace mucho tiempo árboles europeos que dan una excelente madera, los robles.
Pero el monte permite esconder secretos. Allí, en lo intrincado de las ramas, hay una cabaña, una casa precaria de madera donde no hay lujo pero hay pasión. Los amantes se encuentran allí como una “ceremonia”.
Entre estos dos mundos vegetales, hay senderos furtivos, hay setos, hay una alameda. Si algo tienen en común estos dos espacios es que crecen los árboles, y que los seres humanos habitan entre ellos.

Tiempo


En verdad la historia transcurre en el correr de un día. Aunque el personaje ya había empezado a leer la novela unos días antes (y se la llevó en su viaje de negocios para leerla en el tren), es evidente que es ANTES es el antecedente de un ENTONCES, EN ESE MOMENTO.
Esa tarde es decisiva. Cuando el lector se instala en su sillón a leer los últimos capítulos, es de tarde. A medida que va leyendo ansiosamente, el viento danza al atardecer fuera de los ventanales de la casona. Luego, ya dentro de la novela que se está leyendo, se sabe que los amantes se separan para ejecutar su plan al comienzo del anochecer, y finalmente, cuando el asesino se acerca a la casa de la víctima, ya lo envuelve todo la bruma violeta del crepúsculo: el sol se acaba de poner.
La continuidad temporal entre ambos mundos (el hombre de negocios-lector, que lee una novela) y el del amante que desea matar al marido de la mujer que ama (el personaje de la novela) es total.

Personajes

El lector

El que comienza por ser protagonista de un cuento, termina siendo protagonista de una novela.
Es el hombre de negocios solitario y rico que prefiere leer de espaldas a la puerta para que ni siquiera esta lo molestara como “irritante posibilidad de intrusiones”. No parece un hombre joven dada la cantidad de asuntos que maneja: tiene apoderado, discute con el mayordomo, decide sobre aparcerías. Este detalle no es menor, el narrador da a entender que es un terrateniente que arrienda tierras y pide un buen dinero como alquiler.
La finca con su parque indica lujo y un gusto refinado. Tener un estudio implica que en él lee y escribe, encerrado. No parece tener hijos.
Pero a medida que conocemos la novela que lee, se lo detecta muy interesado por el tema del adulterio. Cuando el cuento termina, puede entenderse que él es el marido engañado.

La mujer


Aparece en la mitad del cuento, y se la presenta como “recelosa”, temerosa de los otros, seguramente de las miradas indiscretas, de testigos. Luego, cuando llega el amante, no tiene ningún reparo en besarle la sangre de la herida que éste se hizo con una rama del monte.
Es una mujer apasionada y sin límites, pero el narrador sugiere que aún está indecisa con respecto al plan de asesinar al marido, de hecho, es el amante quien trae y empuña el puñal.
Sin embargo, al final se deja llevar por la pasión y el plan que parece ella misma haber proyectado, se pone en marcha.
La única grafopeya que se tiene en el cuento es la de su pelo suelto, corriendo. Da la impresión de ser una mujer joven y vigorosa, hermosa y con un gran anhelo de libertad.
Cuando finalmente comprendemos que ese personaje de la novela es también la esposa del protagonista del cuento (el lector del sillón de terciopelo verde), se percibe que es radicalmente opuesta a ese hombre retraído y experto en negocios. Quizás se haya casado con él por dinero.

El amante


Es un hombre fuerte, capaz de correr en el bosque, ágil, probablemente joven. Conoce muy bien el bosque, el parque, pero no la casa por dentro. Está profundamente enamorado de esa mujer, por la que es capaz de matar, y a quien queda mirando mientras se aleja. Odia al marido de esa mujer… ¿tan solo es una cuestión de celos? O quizás el hombre a quien desea matar se le hace odioso por más motivos.
Cuando el narrador dice que “los perros no debían ladrar, y no ladraron” puede entenderse que los perros conocen de sobra al asesino (quizás sea el jardinero, o un trabajador rural que arrienda las tierras, un vecino). O tal vez los perros fueron envenenados.
La ausencia del mayordomo inquieta: ¿hay acaso una relación entre ambos?

Un mundo dentro de otro



Este es un relato fantástico que apunta a la situación inverosímil de que un hombre esté leyendo un libro que le refleja su propia vida, que se meta adentro de él, y que los personajes a su vez se evadan del libro para introducirse en la vida del lector.
El mundo de la “realidad” presentada en el cuento se mixtura con el mundo de la “fantasía” presentada en la novela que lee el personaje principal.
Como si fuera una muñeca rusa que contiene adentro más muñecas más pequeñas.
El ingenio de Cortázar es notable. Por muy difícil que sea su vocabulario, las señales que apuntan a la continuidad del mundo real y el ficticio son evidentes: el sillón de terciopelo verde, los ventanales, la cabeza de un hombre leyendo una novela.