miércoles, 28 de agosto de 2024

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS, de Bécquer


Un escritor insomne


La leyenda "El monte de las ánimas" de Gustavo Adolfo Bécquer está dividida en cinco partes. Una especie de prólogo, tres "capítulos"y algo parecido a un epílogo. En el prólogo, un narrador en primera persona cuenta que es la Noche de difuntos y que su sueño se ha interrumpido con el recuerdo de una tremenda historia que escuchó no hace mucho tiempo en Soria.
Eso significa que el personaje, que tiene miedo, oye crujir sus cristales con el viento, y posee una imaginación desbocada, ha estado en Soria conversando con la gente del pueblo, que estos le han transmitido sus creencias y supersticiones y que él las ha escuchado respetuosamente.
Este narrador-personaje, en medio de la especial noche, se decide a levantarse y escribir la historia.
Sabe muy bien que, si bien la publicará en las páginas del periódico El Contemporáneo, los lectores de este diario, burgueses que solo piensan en hacer dinero, no la comprenderán. 
El personaje se parece demasiado a Bécquer, por lo que es posible presentir en estas como en otras leyendas el tono autobiográfico del relato, en el que la figura del narrador hace las veces de testigo y transmisor de una historia en que más vale creer.


Un cuento dentro de un cuento

"El monte de las ánimas"presenta estructura de cajas chinas: un relato dentro de otro relato. El narrador con miedo, insomne, pasa a convertirse en el narrador en tercera persona de una historia que se ambienta en la Edad Media, en un mundo donde no existían burgueses ni periódicos.
En la historia, aparecen personajes montados en magníficos caballos, en una excursión a un lugar sagrado o maldito, llamado Monte de las Ánimas, en el cual bajo ningún modo se puede permanecer la noche de difuntos.
Por eso los personajes, liderados por el joven heredero de los condes de Alcudiel, Alonso, deben suspender la batida de caza para regresar al palacio, en la ciudad de Soria, porque la tarde está cayendo y se acerca la noche.
El capítulo de inicia con el diálogo entre dos primos, Alonso y Beatriz, de los cuales el narrador por ahora dice muy poco. Los conocemos por lo que dicen, y a través de sus palabras el lector se va enterando de cómo son y a qué temen y qué no temen.
Alonso, que es natural de Soria, le cuenta la terrible historia sucedida tiempo atrás, luego de la guerra contra los moros, en ese bosque lleno de animales de naturaleza intrincada, a su prima Beatriz, una hermosa francesa.
Alonso cree ciegamente en lo ocurrido en ese bosque y por eso está tan apresurado por irse de allí antes que caiga el sol. En ese lugar, dos, o quizás tres siglos atrás, se produjo una masacre. Los templarios se enzarzaron en un cruel combate contra los nobles de Soria, en un brutal estallido de odio. Todos murieron y sus cadáveres fueron devorados por los lobos.


La carnicería se revive año a año



Según las palabras de Alonso, cada noche de Difuntos los que allí murieron y fueron enterrados juntos -amigos y enemigos-, se levantan de sus tumbas y vuelven a pelear. No como fantasmas sino como algo más horrible, como esqueletos. Con caballos, espadas y las mortajas desgarradas. Es como si el odio entre Templarios y Nobles de Soria no se hubiera extinguido ni con la muerte.
El odio eterno es explicado con respeto por Alonso a su prima, quien parece bastante incrédula y desdeñosa.Ella ha venido de la corte francesa a curar su salud y esas supersticiones pueblerinas españolas le parecen despreciables.
Alonso le cuenta el porqué de tanto odio: los caballeros templarios -una secta de monjes guerreros, entrenados en las Cruzadas- fueron llamados por el Rey de Castilla para liquidar la resistencia de los moros. Los nobles de Soria se pusieron recelosos, y más cuando el rey decidió premiar a los extranjeros templarios el mejor territorio de la región, el monte lleno de ciervos junto al río donde ellos se instalaron y construyeron su convento y su capilla.
Cuando los guerreros no concurrían a las batallas, en la Edad Media se entrenaban en la caza. Eso les permitía continuar ejercitando las armas, los caballos, la belicosidad, la pérdida del miedo, y comer abundante carne, con lo cual se hallaban fuertes y bien nutridos.
Los nobles de Soria querían ese territorio para ellos y los templarios no les habían permitido entrar. Hasta que se produjo el enfrentamiento, ya no entre moros y cristianos, sino entre curas guerreros y nobles.
La sangre corrió y todas las noches de difuntos las almas en pena de esos hombres que murieron llenos de odio y sin sosiego vuelven a luchar. Por eso los habitantes del lugar respetan el mundo de los muertos y no se acercan esa fecha al bosque en donde se produce el choque fantástico.
Estar allí mientras los muertos se levantan de sus tumbas es condenarse a sí mismo a muerte.
Pero Beatriz no lo cree.




Beatriz quiere hacer un "regalo"a Alonso
En el capítulo II de la Leyenda "El monte de las ánimas", los personajes principales ya no están en  medio de la naturaleza, en el territorio prohibido. Tampoco están abandonando el salvaje lugar donde las fieras habitan y, donde según Alonso y la tradición del pueblo soriano, se levantan los muertos de sus tumbas.
Ya han llegado al palacio gótico. A diferencia de las construcciones del Monte (la capilla, el convento de los Templarios) este palacio no está en ruinas. Tiene una magnífica chimenea adonde la pareja de primos permanece ensimismada mirando el fuego.
Mientras todos los demás están susurrando relatos de fantasmas, especialmente las viejas, Alonso prefiere declarar su amor a Beatriz.
La "hermosa prima"guarda silencio, y su primo la observa: a través de la mirada de Alonso el narrador nos muestra la belleza de Beatriz, pero también su frialdad. Las grafopeyas y etopeyas construyen un personaje que produce rechazo en el lector. El narrador hace todo lo posible por señalar la latente maldad de Beatriz.
Alonso presiente que su prima no lo ama, que no ama la tierra de sus ancestros, que prefiere la corte francesa. Pero de algún modo quiere declararle su amor, y por ello en el diálogo que establece con su despectiva prima deja claro que si bien no tiene esperanzas desea regalarle un objeto muy importante. Nada menos que el joyel (el broche) que esa tarde sostenía su pluma y que Beatriz había alabado. Ese broche sostuvo el velo de la madre de Alonso durante su boda.
El joyel es una metonimia del amor de Alonso, pero ella no lo acepta tan fácilmente. Pone una condición y es que debe realizarse un intercambio de regalos, ella también tiene que darle algo.
El narrador insiste en que durante toda la escena el fuego se refleja en las pupilas azules de Beatriz, y el fuego no sólo es símbolo de pasión. También puede asociarse con el infierno. De hecho, cuando a Beatriz se le ocurre la terrible idea,  el narrador apunta que los ojos se le iluminaron diabólicamente.
Y allí se produce la COMPLICACIÓN de la narración. Porque Beatriz pide nada menos que el velo azul que llevaba sobre sus hombros esa tarde en el Monte y que aparentemente perdió allí.
Implícitamente le impone a Alonso ir a buscarlo. Alonso explica ardorosamente que concurrir allí la Noche de difuntos lo aterra -aunque él es el cazador de fieras más valiente de toda Castilla-.
Pero igualmente va.
Tal vez presiente que el desamor de Beatriz es tan inmenso que prefiere ir a morir allí, comido por los lobos.


El castigo para Beatriz

Pero en el capítulo III de la leyenda Beatriz ya no está ante la chimenea ufana de sí misma. Se acerca la medianoche (hora temida en los relatos sobre el más allá),  y está sola en su cuarto, en la oscuridad.
No puede rezar, tal vez porque esa persona tan egoísta no tiene el menor sentimiento religioso, o tal vez porque está muy nerviosa porque Alonso, que ha ido al galope hacia el Monte, no regresa.
Se acuesta sabiendo que Alonso ya debería estar en el palacio.
El relato magistralmente a través del narrador omnisciente va explicando las sensaciones que experimenta Beatriz durante esa noche.
Una sucesión de inquietantes sonidos son descritos in crescendo: el viento golpea las ventanas, se escuchan ladridos de perros, pero luego, cuando ella está en la cama acurrucándose bajo las mantas, siente aterrorizada ruidos inexplicables: goznes de puertas chillones que indican que algo avanza hacia ella,  susurros, y sobre todo, muy cerca, pasos de algo como "hueso".
Ella no puede explicarse qué presencia hay allí, pero algo hay. El lector presiente que es inminente el desenlace. Y, efectivamente, cuando tras la noche de extremo terror nace la luz del alba y Beatriz cree tranquilizarse pensando que no ha pasado nada, al asomarse por las cortinas de la alcoba descubre el lazo azul en el oratorio de su cuarto. El lazo que ella le exigió a Alonso, pero roto y ensangrentado.
El lazo de color azul (color que simboliza el espíritu y lo celestial), degradado, se convierte en una prueba evidente de que Alonso ha muerto. Encontró el lazo la Noche de difuntos y en pleno Monte de las Ánimas, pero le costó la vida.
Así surge el DESENLACE del relato: Beatriz muere de terror ante la visión del lazo, su cuerpo y su rostro se deforman monstruosamente, su frío corazón se ha partido por un infarto, pero también por el miedo y la culpa.
Los criados la encuentran así, abrazada a una columna de madera negra de la cama, venían a comunicarle que su primo había sido devorado por los lobos. Los dos jóvenes murieron la misma noche.
Pero ¿quién trajo a la habitación de Beatriz el lazo ensangrentado?
¿El espíritu de Alonso, y así cumplió su promesa? ¿ O los fantasmas indignados de los templarios y los nobles de Soria, que quisieron castigar a la incrédula que profanó su espacio sagrado enviando a un respetuoso caballero a transgredir la ley?
Es un final abierto en ese sentido, pero la historia se cierra contundente. Beatriz ha muerto y ha obtenido el castigo a su maldad.
Pero la leyenda no termina todavía. Un breve epílogo muestra que tiempo después, un testigo contó a la gente de Soria cómo es el más allá de Beatriz.
El castigo aún no ha terminado. Un cazador perdido pasó, sin quererlo, la Noche de Difuntos en el Monte de las Ánimas. Agonizante, contó a quienes lo rescataron haber visto a los espíritus en forma de esqueleto alzarse de sus tumbas belicosos y llenos de furia, tal como lo contaba el relato del pueblo y Alonso. Pero ahora en lugar de pelearse entre sí, los fantasmas persiguen en una "cacería fantástica"a una joven desmelenada con pies desnudos y sangrantes, aterrorizada.
Es el espíritu de Beatriz, que no descansa en paz, porque su castigo eterno es dar vueltas alrededor de la tumba del buen cristiano Alonso, mientras los cadáveres de los templarios y de los nobles redivivos vuelcan su furia en ella, que los despreció.







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