domingo, 17 de marzo de 2019

DON QUIJOTE DE LA MACHA, de Miguel de Cervantes


La primera frase del Capítulo I : un narrador misterioso nos cuenta una historia

El libro El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una de las obras más famosas del mundo a lo largo de más de cuatro siglos, comienza sin embargo de una manera juguetona, lúdica, donde el narrador establece una relación cómplice con el lector.
Este narrador en tercera persona,  a veces se introduce en el relato, ya sea para opinar, ya sea para contarnos cómo está armando la historia de don Quijote, aunque empieza ubicando la historia en el espacio y en el tiempo, como en toda tradicional narración.
Sin embargo, algo contradictorio surge en seguida. El espacio donde se ubicará la historia es La Mancha, región geográfica de la meseta castellana caracterizada por su aridez, su monotonía y su escasa población, en su inmensa mayoría abocada a la ardua agricultura.
El narrador agrega que la historia transcurrirá en un lugar "de cuyo nombre no quiero acordarme", frase que ha dado lugar a diversas interpretaciones. Puede entenderse que la aldea en donde vive el hidalgo es tan intrascendente que ni siquiera vale la pena decir el nombre. Puede entenderse que como luego el narrador nos va a asegurar que la historia es verdadera, no resultaría verosímil para algún vecino del lugar hablar de las hazañas de un personaje de su propio pueblo que nadie conoce. De ahí que evite la mención del pueblo, aunque en otros casos sí cita nombres de aldeas, como por ejemplo el Toboso, de donde proviene su "amada Dulcinea".
Pero la mayoría de los estudiosos piensan que Cervantes utiliza un modo folklórico de contar cuentos, del tipo "Había una vez".
Lo curioso es que suma esta forma de contar acontecimientos fabulosos a un lugar tan sin gracia como La Mancha, y encima explicita que la historia es contemporánea del lector, está a un paso: "no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero".
La historia presenta al personaje protagónico inmediatamente, pero aún no se llama Don Quijote, como universalmente se le conoce. El narrador escatima el nombre auténtico del hidalgo. Antes del nombre, otras cosas lo representan bien.
Por ejemplo tiene: "lanza en astillero, adarga antigua rocín flaco y galgo corredor."

El narrador presenta su personaje




La imagen más famosa de la literatura es sin duda la de ese hombre flaco y alto subido a un caballo también flaco. Ese ser ya está desde la primera línea de la novela, aunque todavía no haya aparecido su escudero Sancho, un obeso labrador que a lomo de burro, se hará su compañero entrañable a partir del capítulo siete.
En un principio el hidalgo se encuentra muy solo. Más que su familia -muy escasa, a la que luego presenta el narrador- en su vida parecen tener más importancia los recuerdos de sus bisabuelos, quizás colgados en la pared.
La lanza en astillero (en un soporte de madera) y la adarga antigua (escudo de cuero) ya no servían en las guerras. Ahora las armas usaban pólvora, como la que usó el arcabuz que le voló la mano a  Cervantes en la batalla de Lepanto.
Pero la condición social -ser hidalgo- predeterminaba la vida de los seres humanos en la España de 1600. A diferencia de gran parte de Europa, España quedó estancada en el sueño de la Edad Media, cuando sus guerreros cristianos recuperaron palmo a palmo los territorios que en el siglo VIII les habían arrebatado los moros.
Los bisabuelos seguramente participaron en esas guerras, y gracias a ello a sus descendientes les legaron un título nobiliario (hidalgo, "hijo de alguien") y unas tierras. Pero de algún modo también le transmitieron una maldición: no podrán trabajar. La España post Edad Media no termina de entrar en la Modernidad y aún existe el tabú de que alguien de sangre "noble" no puede realizar un oficio con sus manos, como lo hicieron los expulsados judíos sefaradíes y los moros, grandes agricultores.
Este personaje es un hidalgo muy empobrecido, a diferencia de los grandes caballeros -como el Comendador de la Magdalena del Lazarillo- solo tiene un caballo viejo, el rocín, y en lugar de una jauría de perros que lo acompañan a cazar ciervos o jabalíes solo tiene un galgo corredor.
Se dice que las mascotas se parecen a su dueño: aunque aún no tenemos ninguna grafopeya de él, resulta interesante que los primeros dos seres vivos que se mencionan de su entorno, sean muy flacos.



Dime qué comes y te diré quién eres






El narrador  finge ser un cronista de un personaje que realmente existió, pero ese hombre fue, anteriormente, un pobre y arruinado hidalgo.
El indicio de que está arruinado lo da su pobre menú: rutinariamente, como todas las semanas lo mismo, cuidando la economía. La vaca es más barata que el carnero, por eso su carne llenará más la olla del puchero. De noche no se enciende el fuego para cocinar, se comen las sobras, es decir, el salpicón.
Por supuesto que como hidalgo debe demostrar que es cristiano viejo, y no moro ni judío oculto: los viernes no come carne roja sino lentejas (es el día de la muerte de Jesucristo), los sábados come cerdo, carne prohibida en las otras religiones (duelos y quebrantos son huevos con tocino), y los domingos, el día del Señor, come lo que se puede entender como "manjar": dada su magra economía solo puede comer algún palomino de más. Los pichones de paloma eran comidos por los nobles como tradición, pero este noble está tan arruinado que no puede darse lujos.


De una vida de fracaso y rutina a un mundo heroico.




No solo usa el dinero de su hacienda (sus rentas) en comer él (aunque también tiene que vestirse de hidalgo para guardar las apariencias los días de fiesta),  además deben comer los tres seres que viven con él: su joven sobrina, su criada y un peón.
¿Cómo es que no trabajaba para salir de tal pobreza?
No lo había hecho nunca, y ya frisaba los 50 años. Seguramente fue un hombre activo, y atlético, pero es muy flaco, seco de carnes y enjuto de rostro. Su cara chupada revela su pobreza pero también su falta de interés en los aspectos materiales del mundo, por ejemplo, la comida.
En realidad, otros son sus intereses, por ejemplo, los libros.
El narrador no tiene muy claro cómo se llama, lo cual es muy extraño en una narración. Puede ser Quijada o Quesada o Quijana.
En todo caso su apellido empieza con Q. Y los nombres que se dice que tenía tienen que ver con su rostro (quijada) o con su locura (quesada, el cerebro loco era como un queso para las tradiciones de la época)
Lo más importante en su vida es la acción de leer. No cualquier libro. Lee libros de caballería, y los comenta con sus dos amigos del pueblo, el cura y el peluquero o barbero, que también sienten gusto por estas historias.


El narrador nos asegura que nuestro hidalgo.... está loco




A menudo los lectores del libro Don Quijote de la Mancha tienen la sensación de que el personaje no está tan loco como parece. Los personajes que se topan con él por los caminos a veces también dudan: es que Don Quijote por momentos es tan sabio y culto, y tan justo a la hora de argumentar a favor de los "menesterosos" o necesitados, que la cuestión de la locura del hidalgo puede quedar en entredicho.
Pero el narrador nos asegura varias veces que el hidalgo "perdió el juicio".
No solo eso: en el Capítulo I informa al lector con lujo de detalles cómo fue el proceso en el que el hidalgo se sumergió en la locura.
En primer lugar, la lectura de los libros de caballería ha jugado un rol preponderante: "se le pasaban las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio". A través de estas metáforas se sabe que el personaje es un insomne que se pasa toda la noche leyendo, hasta que amanece. Y luego, de día , en lugar de descansar, piensa y fantasea con todas aquellas aventuras que ha leído, pero caóticamente, de forma "turbia" y confusa.
La forma en que se define la locura es sencilla:"se le secó el cerebro". A lo largo del libro son muy variadas las metáforas para ilustrar la locura de Don Quijote... desde que tiene el cerebro seco, o los sesos calientes, o la cabeza llena de viento.
El pobre cerebro del hidalgo, que vivió tantos años aburrido, se llena de pronto de fantasías "de todo aquello que leía". El narrador hace una enumeración mencionando la cantidad de personajes diversos que desfilan por su imaginación, todos mezclados, como si fueran lo más verdadero del mundo: Hércules, el Cid, Mahoma, Gigantes. Personajes míticos e históricos  le invaden la mente y ya no puede pensar en otra cosa.
Y el narrador dice "En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante".
Es que la locura ha afectado a muchos seres humanos, pero ningún  demente ha tenido la extraña ocurrencia de Don Quijote.  Quiere cambiar su identidad, transformarse en otro, pero no cualquiera:
elige, y toma voluntariosamente la decisión. Un caballero andante es un guerrero medieval que va por los caminos buscando aventuras, inspirándose en la s novelas de caballerías. Pero cuando se cuenta la historia de Don Quijote, "no ha mucho tiempo" de la publicación del libro, o sea que no mucho más atrás de 1605. ¡Es como si saliera del túnel del tiempo!
¿Qué puede encontrar por los caminos un ser que parece salido de la ilustración de un libro antiguo?
Él tiene muy claros sus objetivos: aumentar su fama y servir a su "república". En realidad, Don Quijote presenta un  particular "ego", necesita imperiosamente ser importante después de una vida de ocio forzoso y aburrimiento. Pero el servicio a su imaginaria "república" implica ayudar, ser generoso. El problema, será, como muestra todo el libro, que las aventuras donde lucha por la justicia son "sonadas y soñadas". Suceden en la mente de Don Quijote. Para los demás, lo que él llama "aventuras" son disparates de un loco extrañísimo.













Don Quijote se crea a sí mismo


Lo primero que hace el hidalgo para convertirse en caballero andante, una vez que toma la decisión, es transformar su figura. Para ello debe vestirse de caballero, y las armas y armadura que posee eran nada menos que de sus bisabuelos. El problema es que ellas estaban en un  rincón, por largos siglos olvidadas (con esta hipérbole, el narrador muestra que los antepasados del hidalgo pelearon en la guerra contra los moros, la Reconquista, definitivamente ganada y pasada).
Por lo tanto están llenas de orín (óxido) y moho, pero el  hidalgo que debía sufrir el tabú social de "no trabajar" ni usar sus manos en oficios, se pone ahora briosamente a limpiar y aderezar (aceitar) las armas lo mejor que pudo.
Este hombre sale del ocio y el aburrimiento y se introduce en un mundo de acción. Pero su locura tiene sus límites: sabe perfectamente que la armadura de un caballero medieval, como él quiere ser, debe llevar un casco con "celada de encaje", una cobertura para proteger el rostro con orificios para mirar.
Las armas de sus bisabuelos (quienes seguramente no fueron caballeros sino simples escuderos), no tienen este tipo de celada, sino morrión o casco simple. Eso es suplido por el nuevo ser en que se ha convertido el personaje: crea él mismo una celada de cartón. Está una semana fabricándola. Otra vez usa sus manos con ingenio o industria.
Como si fuera una careta, una máscara, le parece muy adecuada: a él no le importa que no sea verdadera, porque lo que necesita es inventarse a sí mismo y para ello sirve. Pero nuevamente sus visos de cordura limitan su locura: prueba la celada con la espada y deshace en un punto lo que le había llevado una semana hacer.
Vuelve a construirla, reforzándola con alambres de hierro, pero no la prueba: eso demuestra cómo el personaje transfigura la realidad según su conveniencia. Pero no es en absoluto tonto.
La armadura debe ser acompañada por un caballo, y ya sabe el lector que el hidalgo tiene "un rocín flaco".
Es un caballo viejo, de campo, muy delgado, al que se le ven las costillas y tiene tachas (enfermedad de las patas), pero de todas formas para el personaje es un caballo extraordinario y entonces debe llevar un nombre, como los caballos famosos de la historia como el Babieca del Cid o el Bucéfalo de Alejandro.
El nombre elegido es Rocinante, un juego de palabras como tantos que aparecen en el Quijote, significa rocín era ANTES, ya no, o también, está antes que todos los rocines del mundo, siendo el número uno.
El sufijo -ante recuerda la palabra IMPORTANTE. Y así va a ser el caballo en la historia: de hecho, rocinante es el caballo más famoso de la literatura universal.
Luego se pone nombre a sí mismo, y allí aparece el maravilloso e inolvidable nombre Don Quijote de la Mancha. Para crearlo parece conservar la raíz del apellido (nunca se separa totalmente de la realidad), Quij- :¿se llamaría de verdad Quijano o Quijana? Pero le agrega el sufijo -ote que para él implica tamaño e importancia pero para los lectores también brinda un tono cómico y grotesco, además de algo de ternura.
El Don es un tratamiento de respeto reservado a los caballeros, así que el hidalgo sube su estatus social y en esa sociedad tan estratificada se mete un escalón más arriba. Y luego, anexa su lugar de origen a la manera de los caballeros de sus libros favoritos, como Amadís de Gaula. Claro que La Mancha es un lugar árido y empobrecido que no ha producido jamás seres míticos.
Por último esta transformación en un ser inolvidable necesita una dama a quien amar y a quien dedicar sus hazañas. Esto es realmente difícil porque según los lectores hemos detectado el personaje ha sido toda la vida un solterón y así ha criado la sobrina, la hija de su hermana. Pero pensando termina encontrando a la dama de sus sueños. "Un caballero sin su dama es como un árbol sin frutos y sin hojas y cuerpo sin alma", piensa poéticamente el personaje.
Y recuerda que él en un tiempo estuvo enamorado de una campesina (Aldonza Lorenzo), pero jamás se le declaró ni se lo demostró a pesar de ser ella muy bonita, "de muy buen parecer". La diferencia social entre ambos pudo haber sido un obstáculo, pero también la tremenda timidez de él.
Y el nombre que transfigura el de Aldonza conserva ciertos sonidos de él -Aldonza está relacionado con el nombre Dulce-. Claro que le agrega el sufijo -ea, que ha sido usado en la literatura para hermosas inolvidables, como Melibea de la obra La Celestina.
La transformación de labradora en dama muestra que Don Quijote reinventa la sociedad y mueve las clases sociales. Su dama no proviene de ninguna casa aristocrática, pero es "Dulcinea del Toboso" -el pueblito agrícola de donde proviene- y para Don Quijote su sonido es fantástico.
Así que en la transformación de Don Quijote cumple un rol muy importante el invento de los nombres de los nuevos seres y cosas. ¡Don Quijote es casi un poeta y elige nombres "altos, sonoros y significativos"!



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